Ir al contenido principal

La periodista de Canal 9 y las derrotas ajenas




Supongo que siempre ha ocurrido. Antes sólo pasaba en las plazas y en las cafeterías y no en Twitter, al alcance de cualquiera. Estos días hemos podido seguir en directo la cruzada contra la periodista de Canal 9 -la televisión autonómica valenciana- que decidió contar su verdad una vez que el imperio propagandístico se vino abajo. La necesidad humana de destruir quedó reflejada en los incontables tuits que se escribieron entonces. Muchos usuarios -una gran mayoría periodistas- no entendieron que aquella joven hubiera sido capaz de callarse tantas injusticias, de haber (mal) informado del accidente de metro a sabiendas de que se estaba ocultando parte de la verdad y de haber ayudado a construir una perversa red de televisiones autonómicas al servicio de los gobiernos de turno.



Recuerdo que el periodista Javier Bernabé -que acuñó el término de periodismo preventivo- dijo una vez en una entrevista que admiraba el juramento de los médicos, una promesa de solidaridad que es capaz de traspasar todas las fronteras, las geográficas y las empresariales, y que le gustaría que algún día el periodismo fuera capaz de comprometerse así, de asumir unos principios generales y de defenderlos en cualquier momento y en cualquier lugar. Su hipótesis tiene mucho que ver con aquello que decía Ryszard Kapuscinski, que las malas personas no valen para ser periodistas. El problema surge cuando tenemos que trazar la línea que separa a los buenos de los malos. ¿La periodista de Canal 9 es la mala? Si la respuesta es afirmativa, ¿quiénes son los buenos?



Todo el mundo tiene derecho a opinar, pero siempre confiaré más en las opiniones que vienen avaladas por un modo de vida. En unos tiempos en que los medios están excesivamente controlados por las empresas y las administraciones -sí, se aprovechan de la crisis-, ¿quién no está haciendo demasiadas concesiones?


Bernabé estuvo esta semana en Tenerife en una jornada organizada por la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Laguna. Antes de sentarse en la mesa redonda que le tocó estuvimos hablando de la situación que vive el sector y me adelantó el mensaje principal de su intervención: "Monten algo". Hace años era imposible: no estábamos en la era de internet, donde poner en marcha un medio es factible. "¿Es difícil? Sí, pero por primera vez es posible".


Deberíamos concentrarnos en eso. En las posibilidades que tienen los que vienen y los que estamos, en analizar nuestras derrotas antes de acribillar al que reconoce públicamente que se equivocó y en idear mecanismos para evitar más renuncias.  Exigir a los demás lo que somos incapaces de exigirnos a nosotros mismos es de cobardes. Y eso sirve para el periodismo y para casi todo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mezquino azar

En las estanterías de cualquier bazar, situado en una céntrica calle de una capital europea, se amontonan las baratijas más variadas. Todas ellas, señuelos de la identidad de los países, sustentan la pequeña economía impulsada por los turistas desmemoriados. Una flamenca, un toro y una tortilla. Una Torre Eiffel, un Arco del Triunfo o el Moulin Rouge. El Coliseo, Vittorio Emanuele o Piazza Navona. La ingeniería de la miniatura es capaz de albergar cualquier símbolo con esencia patriótica. Si uno busca más allá de esos muestrarios que creen constreñir la esencia cosmopolita, se pueden hallar, también, creaciones más localistas. Una cutre Sagrada Familia o un Miró a pequeña escala pueden terminar en el salón de casa. Todas, amontonadas en cualquier esquina, están buscando con afán atraer la mirada del espectador, engatusarlo. Justo lo que intenta hoy hacer el nacionalismo. Lo que nadie se imagina es al vendedor, herramienta indispensable de este mercado, obligando a pagar por un trozo de

Por qué García Márquez odiaba las entrevistas

A Gabo no le gustaban las entrevistas. Hace años contó por qué. Se dio cuenta de que las entrevistas habían pasado a ser parte absoluta de la ficción, y que en ese camino, además de perder originalidad, se había permitido que aflorara la más burda manipulación. No sé exactamente la fecha, pero sí que han pasado ya más de 30 años desde que el Nobel de Literatura argumentara sus consideraciones acerca de este género informativo. Sus pensamientos sobre este asunto y de otros han quedado recogidos en un maravilloso libro, Notas de prensa. Obra periodística (1961-1984). Detro de él hay dos textos en los que el colombiano reconoce su aversión a las entrevistas. Se titulan ¿Una entrevista? No, gracias y Está bien, hablemos de literatura . En el primero de ellos insiste en la necesidad de la complicidad, algo que hoy aterra a los periodistas de raza. “El género de la entrevista abandonó hace mucho tiempo los predios rigurosos del periodismo para internarse con patente de corso en los mangl

No, no y no

Casi todo lo que voy a contarles hoy lo saqué de un artículo que Leila Guerriero publicó en la revista El Malpensante hace un tiempo. En el año 2004 los periódicos argentinos publicaron la historia de Bernard Heginbotham, un británico de 100 años que un día, harto de ver los dolores que soportaba su mujer, entró en la habitación del geriátrico en el que ella pasaba sus días y le rebanó el cuello. Lo detuvieron y lo juzgaron, pero la Corte de Preston decidió que había sido un verdadero acto de amor, que no tenía culpa. El hombre no quería escuchar más hablar de resignación o de piedad y, tras 67 años amando a su mujer, agarró un cuchillo y le quitó la vida. Quizá este ejemplo no sea el más apropiado, pero, sorteando en parte el debate ético, a Guerriero le sirvió para pensar en lo que ha significado decir no a lo largo de su vida. Ella recuerda perfectamente la primera vez que dijo un no rotundo. No soportaba las clases de solfeo a las que, obligada, acudía a diario. Un