Era cuestión de tiempo, pero la noticia no fue menos horrible por eso. Los multicines Price no pudieron esperar hasta enero, la fecha prevista pero no anunciada, para el cierre. La falta de espectadores obligó a su dueño a adelantar la despedida y el lunes tuvo lugar la última sesión. Fue un día triste para los amantes del cine, pero sobre todo fue un día para pensar en lo que está haciendo la crisis con la cultura, especialmente en un territorio alejado y fragmentado como es un archipiélago.
Desde 2008 muchos cines han cerrado en todo el país. Algunos pertenecían, igual que los Price de Santa Cruz, a la cadena Renoir. Esta empresa llevaba muchos años funcionando como un gueto cultural en el mejor sentido de la palabra: ofrecía lo que era imposible encontrar en cualquier otro lugar de la Isla. Las películas que se proyectaban en la calle Salamanca no tenían sitio en el resto de las carteleras. Esas producciones, ese circuito de cine alternativo, no llegará ya a Tenerife. Por eso duele tanto.
Lo mismo ocurre desde hace tiempo con la música. Alquilar una furgoneta, llenarla de instrumentos y viajar hasta una ciudad española es caro. Aterrizar en una isla que está a más de dos mil kilómetros es una utopía. El momento de las bandas de rock se ha terminado.
Hace unos días, Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, alertaba del efecto devastador de la ausencia de mecenas: “Para la cultura, la gran tragedia de esta crisis es la quiebra de las cajas de ahorro. Con todo el derroche y el gasto inmotivado que haya podido haber, las cajas producían también una enorme cantidad de actividad cultural muy valiosa: exposiciones, ciclos de conferencias, premios literarios o artísticos, conciertos… Y todo eso no va a volver”.
El fin de los Renoir tiene una carga emotiva ineludible para muchos de nosotros, que hemos sido protagonistas de otras vidas dentro de esas salas, pero, además, deja al descubierto un déficit del que nunca hablamos: el déficit de civilización. Ese margen solo se cubre con más cultura, pero no hemos sabido, no hemos querido o no hemos necesitado -que es mucho peor- defenderla. Esta despedida es también una buena oportunidad para recordar Cinema Paradiso y aquella gran frase: “Tarde o temprano llega un momento en el que callar y hablar es la misma cosa”.
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