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Mostrando entradas de junio, 2012

Esta deuda no es mía

Es curioso el efecto que tiene el tiempo sobre las palabras. En realidad Jorge Manrique nunca dijo que cualquier tiempo pasado fue mejor. En las Coplas por la muerte de su padre escribió que, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor. A Antonio Muñoz Molina, que podría recitar muchos de los versos del poeta de memoria y que no venera el pasado porque sí, le molesta que la gente haya olvidado parte de la letra. Hace años se le ocurrió una variante: cualquier tiempo pasado fue anterior. Y lo argumentaba así: En Nueva York, a principios del siglo XX, cuando en teoría el aire debía de estar envidiablemente limpio por la ausencia de CO2 de los automóviles, había varias decenas de miles de caballos. Las consecuencias ambientales eran pavorosas, teniendo en cuenta que un caballo produce al día una media de 25 kilos de excremento, entre sólido y líquido, y que muchos de ellos morían en las calles y tardaban en ser retirados de ellas. El remedio a esa desgracia fue el transporte púb

Nuevas formas de matar

Creíamos que lo sabíamos todo sobre la violencia. Llegamos después de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, de los campos de concentración y exterminio en suelo europeo y de las primeras guerras televisadas. La capacidad de destrucción había alcanzado un nivel tan alto que estábamos convencidos de que la guerra estaba condenada a extinguirse porque solo los países menos desarrollados, los que tenían armas menos sofisticadas, podían permitírsela. En el resto de los países el perfeccionamiento de los medios bélicos era tal que la guerra se había quedado anticuada por el miedo a un suicidio colectivo: en un enfrentamiento entre grandes potencias la victoria de una implicaba la destrucción general. El futuro parecía estupendo: los tiempos de la obsolescencia programada habían demostrado que nuestras bombillas tenían fecha de caducidad, pero también la guerra. La historia podría haber estado de nuestra parte, pero no fue así. Tenemos que reconocer que nos equivocamos en muchas d

Alemania también fue rescatada

Cuando cayó el muro de Berlín y ya se perfilaba la reunificación alemana, Helmut Kohl sabía que solo podía fiarse de cuatro hombres de Estado en todo el mundo: George Bush padre, Mijail Gorbachov, Jacques Delors y Felipe González. El canciller lo reconoció ante Jochen Thies, un periodista y escritor alemán que siguió de cerca el surgimiento de la Unión Europea: fue redactor jefe de la revista de relaciones internacionales Europa-Archive/Internationale Politik y director de Internacional de la DeutschlandRadio de Berlín. El periodista pensó que, de alguna manera, la declaración de Kohl decía mucho sobre el nexo que se había forjado entre España y Alemania a lo largo del siglo XX. La relación se podía sintetizar teniendo en cuenta cómo se comportaron los dos países en los conflictos de la época. En la Guerra Civil española la izquierda alemana se posicionó con el bando republicano y los nacionalsocialistas con Franco. En la Segunda Guerra Mundial España se mantuvo casi neutral -el cau