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Mostrando entradas de agosto, 2010

Los muros que nos separan

La pirámide poblacional se reformulará. Los expertos ya advierten de los efectos de este cambio: no existe otra fuerza mayor capaz de determinar el futuro de la salud económica nacional, las políticas públicas y las políticas nacionales como el ritmo incansable al que envejece la sociedad. Este "boom" de la población anciana podrá destrozar presupuestos y decorar una crisis mayor que la que el mundo desarrollado ha afrontado. Algunos gobiernos han empezado a seguir la senda marcada por los economistas. Aumentar el tiempo de cotización, subir la edad de jubilación y entregar "facturas sombra" con el coste que un ciudadano supone para la seguridad social. Ninguna medida ha sido acogida con entusiasmo. Ni las banderas que enarbolan los políticos en pro de hacer más sostenible el sistema a medio plazo ni las epopeyas bíblicas de unos empresarios altivos que quieren que el pueblo llano deje atrás sus logros sociales. Las manifestaciones en Francia han dejado patente qu

Las cosas chiquitas

Con querer no basta. Si fuera suficiente, 33 mineros chilenos no tendrían que compartir una lata de melocotón y sentir que el almíbar no es suficiente para endulzar el ensayo sobre la ceguera al que se han visto obligados. Si el querer moldeara toda la historia, un infiltrado no habría asesinado a dos guardias civiles españoles y a su intérprete. Si el querer fuera un verbo con tanto significado como autonomía, la cooperación internacional no sería carne de terroristas, arma de políticos y germen de la desazón popular. La última telenovela ambientada en el subdesarrollo, con protagonistas españoles y final hollywoodiense, ha recordado los peligros que planean sobre la solidaridad. Ha sacado del baúl de los recuerdos el debate sobre los límites de la bondad no profesional y la gestión de la buena fe más allá de las fronteras que hoy marcan las banderas. Claro que la realidad tiene efectos que desconoce la ficción. Siete millones de euros para que Albert Vilalta y Roque Pascual abracen d

Millones de mundos

Vallas fronterizas construidas con dinero comunitario, deslocalización de la acogida de menores inmigrantes, miedos avivados, legislaciones imperialistas y reinterpretación de los derechos humanos. A finales de siglo, España se convirtió en la puerta de entrada de la inmigración con destino a Europa y el Viejo Continente acabó levantando su arsenal mediático y jurídico para frenar lo que quisieron denominar avalancha humana. Muy lejos quedaban ya los colonialismos, más tarde imperialismos, que fraguaron en parte las dos guerras mundiales. Cuando la crisis dibujó nuevas jerarquías de prioridades, y ya no hubo tantos extranjeros surcando el mar en busca de un oasis que no hallaban en su desierto sin espejismos, las agendas políticas dejaron de mirar con preocupación hacia África. Hoy, sin embargo, muchos expertos hablan ya de la próxima bomba demográfica: El Magreb. No la vislumbran demasiado lejos y sí muy cerca de una España que no está preparada para afrontar esta realidad. Saben que

Ética de calderilla

Querido espectador: Sé que cada día acompañas tu modorra de sobremesa con el griterío de la tele, que tus siestas se han acostumbrado a esa melodía de fondo, que Belén Esteban es la constante de los días laborales y la perversión de los largometrajes de clase B el somnífero de los domingos. También que los telediarios dispensan unidireccionalmente muertes en Afganistán, destinos paradisíacos, lluvias sorpresivas, devaneos de políticos corruptos (¿acaso los hay decentes?), nuevas ‘zonas cero’ y goles estivales. Todo ello mientras tu jefe abofetea tus sueños a primera hora de la mañana y tú imaginas un ábaco que te resuelva los agónicos finales de mes que cada día 15 empiezas a sufrir. Así, el menor de tus problemas es si Telecinco decide emitir una serie sobre aquella desgracia que sacó al país del letargo de un agosto, como todos, colonizado por las sombrillas. Recuerdas que fue hace dos años, que de repente todas las parrillas fueron una y Barajas se pareció mucho a ese fin del mundo

Héroes y villanos

Lleva ocurriendo desde hace tanto tiempo que no se sabe cuándo comenzó con exactitud. Los seriales rociados de sentimentalismo y desprovistos de dignidad se han apoderado de teles, periódicos y radios. Es frecuente. Es habitual. No es normal. Es paradójico vivir en un mundo que se enzarza en arduas batallas sobre la prohibición o no de las corridas de toros (debate muy legítimo) pero no se percata de la miseria que lo ahoga cuando se publica, con todo detalle, la muerte de Antonio Puertas, cuando la ciudadanía se convierte, encantada, en juez de sobremesa. Un fallecimiento que casi parece formar parte de un puzzle: era la pieza que faltaba para que todo cuadrara, el resultado de una justicia extraña. El agresor del profesor Neira se ha disputado estos días el primer puesto de las noticias más leídas con los supervivientes chilenos (afortunadamente, todos). La sobredosis –ya adjudicada- que le quitó la vida, en un madrileño piso donde la prostitución es más que habitual, terminó de re

El periodismo de la crisis

Se escucha en las calles, en las mesas de los aromáticos cafés, en las cromáticas librerías de hoy y en los periódicos que aun destilan la tradición de ayer. ¿Acabará Internet con el papel? El ocaso del imperio de lo impreso anuncia su fin. Lleva años haciéndolo.Primero, con tímidos hipervínculos en aquella Red que diluía fronteras con un simple click.Luego llegó su hegemonía. Un ordenador en cada hogar y la universalización de la información consagrada como logro de una civilización que cabalgaba a lomos de la imparable tecnología. Mientras toda esta historia se escribía en los libros, sólo hubo tenues lamentos, aderezados con alguna transformación que se quedaba obsoleta cuando aun se estaba fraguando. Fue la crónica de una muerte anunciada, pensaron muchos. Creyeron que era la tecnología la que había arramblado con la esperanza que se respiraba en las redacciones de los periódicos. Que el mundo corría más deprisa, y que igual que las impresiones coetáneas estaban muy lejos de la pri