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Mostrando entradas de abril, 2022

La última vez que leímos un periódico completo

    Durante un tiempo me resistí a dejar de leer periódicos en papel. Quizás fue por deformación profesional, quizás por conservadurismo, quizás por esnobismo. Empecé Periodismo en el año 2000, cuando los blogs no existían, y sobreviví toda la carrera sin contratar internet en mi piso compartido. Entonces esta realidad no era épica. Las salas de informática de la facultad cubrían nuestras necesidades básicas: permitían consultar el correo, enviar mails, chatear y recopilar información para las decenas de trabajos que había que entregar. Además, no teníamos un duro. Cuando llegué a mi primera redacción, en 2006, todavía los periódicos locales podían sacar tiradas de más de cien páginas y las separatas de anuncios clasificados eran más amplias que muchos suplementos culturales actuales. Así, ¿quién iba a rendirse fácilmente a los encantos de la prensa digital?   En 2022 estoy suscrita a cuatro periódicos y a varias revistas, aunque accedo a otras muchas publicaciones gratuitas. Pago much

Contra la realidad

    Cada vez que pienso en la masacre perpetrada hace unos días en Bucha, una localidad cercana a Kiev, veo al mismo hombre, maniatado, tirado sobre el asfalto mojado por la lluvia, con su abrigo marrón. Hace mucho frío, pero ya no importa. Acaba de ser ejecutado. Sus uñas se han oscurecido, no sé si por las bajas temperaturas o por la suciedad. El cordón que mantiene sus brazos atados a la espalda conserva su color blanco. Los   palés se amontonan a solo unos metros. Es una de las imágenes que captó el fotógrafo Santi Palacios para  Revista 5w  y que me persigue desde entonces.    La invasión rusa de Ucrania está siendo relatada por reporteros y fotoperiodistas de todo el mundo. Algunos son independientes, otros se han desplazado hasta el país asediado con el apoyo de un medio de comunicación. Hay quienes ofrecen sus historias a empresas privadas y quienes lo hacen a empresas públicas; unos publican en periódicos de derechas y otros trabajan para cadenas de televisión de izquierdas; a

En modo avión

“Es la primera vez que desconecto totalmente un fin de semana en toda mi carrera profesional”. “Evito mirar Twitter cuando no estoy trabajando porque no puedo más”. “Estoy agotada”. Cada vez escucho a más amigos y compañeros de profesión reconocer que son incapaces de aguantar el ritmo informativo en el que estamos inmersos desde hace dos años. La rueda del hámster en la que se ha convertido nuestro día a día no es nueva. Hace tiempo que sentimos que nos faltan horas para todo: para leer, para llamar a la familia, para hacer deporte, para descansar. Los fines de semana siguen durando lo mismo, pero la velocidad a la que nos movemos crece continuamente, lo que se traduce en vértigo y frustración.    No es solo una sensación, el mundo avanza cada vez más rápido. Antes, la actualidad se circunscribía a nuestro entorno más próximo; ahora, cuando la interconexión es planetaria, ese entorno es el mundo entero. Ocurren más desastres y nos quedan más series por ver, más libros por leer y más v