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Mostrando entradas de marzo, 2016

Llegadas

Hay despedidas que tienen música, pero también llegadas. A veces alguien la elige por nosotros. Ese día me habría levantado a las seis de la mañana. El único avión que volaba a Sevilla entonces salía a las ocho. Aterrizaría sobre las once. Alguien me iría a recoger al aeropuerto, como en casi todas mis llegadas durante aquellos cuatro años. Abriría la puerta de casa. Nos contaríamos anécdotas. Almorzaríamos. Tomaríamos un manchado. Iríamos a clase. Y a la salida nos encontraríamos a aquel chico que nos rogaría que fuéramos como público a un programa de Canal Sur. "Me han dejado colgado". Yo solo tenía ganas de irme a casa, pero no coló. Siempre he querido marcharme, pero nunca he sabido hacerlo. Cuando empezaba a irme ya echaba de menos lo que dejaba. Me ha ocurrido siempre, salvo en Roma, donde, por cierto, la casualidad también hizo que viéramos a Jorge Drexler en aquel auditorio. Al final, aquel lunes agotador, acabé en un taxi que nos llevó a los estudios de la tele.

La libertad, una rareza

Dicen que apenas tenemos memoria histórica, que no somos capaces de recordar lo que ocurrió hace apenas unas décadas, que el mundo corre tan veloz que hay que redactar leyes que salvaguarden nuestras vivencias colectivas y aminoren el ritmo de destrucción de recuerdos. Lo que ayer era nuevo hoy es viejo. Es verdad. El mundo parece girar cada vez más deprisa y con tanta información, con tantos detalles, nuestra memoria se parece cada vez más a la de un pez. Es una cuestión de economía: los viejos recuerdos tienen que hacer sitio a los nuevos. Todo parece menos duradero, menos férreo. Todo menos los valores y los derechos que hemos conseguido. Estos no solo parecen inamovibles, sino también que siempre han estado aquí. Es difícil aceptar que seamos incapaces de imaginar cómo era la vida hace 45 o 50 años, pero más aún que no nos demos cuenta de cómo es hoy la vida en la mayor parte del mundo. Somos una rareza, a pesar de todas las grietas que nuestro sistema tiene. En estos ti

Los recuerdos que nos faltan

Fue una consecuencia, o un efecto, del horror que se vivió en noviembre del año pasado, cuando unos terroristas cometieron varios atentados, entre ellos una matanza en la sala Bataclan de París, y mataron a 130 personas. Al día siguiente, la policía encontró en el Stade de France, uno de los escenarios de los ataques, un pasaporte sirio con el nombre de Ahmad Almuhammad. Entonces nadie sabía si el documento pertenecía a alguno de los suicidas que habían sembrado el caos en la capital gala; ni siquiera si era falso. Sin embargo, y a pesar de la cautela que imploraron los agentes, periodistas y políticos ya tenían excusa para construir el vínculo entre refugiados y terroristas y boicotear el espacio Schengen, esa construcción europea que tanta prosperidad y progreso ha traído a Europa. El tiempo dio la razón a quienes pedían prudencia. La falsificación de documentos sirios se ha convertido en un lucrativo negocio para las mafias dedicadas a la trata de personas. Si tienes nacionalidad si