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Mostrando entradas de enero, 2010

Miserias comunes

Por coherencia y por dignidad. Una explicación concisa y rápida, tan fugaz que al decirla con velocidad se vuelve difícil atrapar todo su significado.Pero así de escueta, y a la vez de completa, ha sido la respuesta de algún que otro municipio decidido a ser sede de un cementerio nuclear. La población de algunos de estos territorios apenas supera el centenar de personas, la economía está marchita desde hace décadas y la inmigración es una añoranza. Da la casualidad de que sus dirigentes militan en el Partido Popular, saben que en la calle Génova no desprecian esta energía -siempre que no haya intereses de por medio- y que el vecino bohemio es un buen surtidor nacional. Nadie ha hablado de las extravagancias con las que se viste toda ideología en estos tiempos, pero sí del renacimiento que, en número de puestos de trabajo, puede suponer. A fin de cuentas, de eso es de lo que se habla también hoy en Davos. Se comentan tanto los desastres que arrastra la sociedad de este país que el único

Cultura de Ipod

Dicen por las calles de muchas ciudades que la cháchara antisistema no deja de corroer los discursos, lapidando la prosperidad y el progreso -quien sabe si estas dos palabras han de ir siempre unidas- que han de germinar en sociedades abocadas a liderar este siglo. Son esas mismas voces demonizadas las que sostienen estos días que permitir la libertad cibernética perpetúa la democracia más pura e incorrupta. Están convencidos de que el acceso sin barreras a la información y a la cultura se consigue así, evitando cualquier penalización ante las descargas, colocando al alcance de un click absolutamente todo. Estas consignas, bañadas con un sopor utópico e irreal, no terminan de contar la verdad. Al menos, cuesta creerlo en tiempos en los que la alfabetización sigue siendo un reto que merma el desarrollo de muchos países. Una vez más, este sistema que es la democracia recibe críticas a destajo, pero al mismo tiempo es la excusa perfecta para obviar el trabajo ajeno y olvidar retos perenne

Mi razón

El mundo lleva ya 50 años sin Albert Camus. Un enero sorpresivo inauguró, de repente, el año -y el mes- que despediría trágicamente al hombre que vio en su siglo cien años plagados de miedo. También al mismo caballero que se preguntó, con esa ingenuidad que quiere despertar conciencias y esperanzas, si no sería posible fundar el partido de los que no están seguros de tener razón. Cuando el 31 de diciembre queda atrás, y de 2009 sobrevive algo más que una resaca, la frase de Camus, que no fue una premonición, puede ser tan actual como cada uno quiera. Apenas está comenzando una nueva década y ya se han multiplicado las personas que creen estar en posesión de la verdad. Las imágenes esperpénticas que Santa Cruz brindó a toda España no dejan lugar a dudas. Más de quince años después, consensuar la ordenación urbanística de la ciudad es un reto que no encuentra parangón con las quimeras tradicionales. De repente, la calidad de vida que otorga la arquitectura se ha convertido en el epicentr

La distancia del horror

Cuentan que la distancia era de medio siglo, que la brecha que separaba al Haití de antes del terremoto de Occidente se medía en años. En cincuenta, concretamente. La mayoría sabe que esa cifra estaba adelgazada para anestesiar conciencias y evitar incomodidades en personas con dificultad para moverse en un mapamundi. Cuando el temblor sacudió las entrañas del Caribe, el recorrido se volvió infranqueable. El día que la tierra repitió su movimiento, la diferencia ya era incontable. Y ahora que las epidemias llegan, que el tifus es un fantasma demasiado real, la brecha es simplemente insoportable. Todos esos niños, supervivientes de una tragedia que los ha dejado sin infancia, han copado primeras páginas de diarios internacionales, ilustrado las imágenes de la penuria humana y cuestionado todo el sistema que legitima el modo de vida del mundo desarrollado. Sus ojos, de los que se desprenden muchas gotas pero ninguna de esperanza, nos han mirado de frente. Nosotros, mientras, nos cuestion