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Mostrando entradas de 2018

Mi 8 de marzo

Reino Unido y Francia no permitieron el derecho al voto a las mujeres hasta 1928 y 1944, respectivamente. El 19 de noviembre de 1933 se celebraron en España los primeros comicios en los que las mujeres pudieron participar –un privilegio que la dictadura enterró- y hasta 1981 tuvieron que pedir permiso a sus maridos para poder trabajar, cobrar su salario, ejercer el comercio, abrir cuentas corrientes en bancos o sacarse el pasaporte o el carné de conducir.   Quizás para las más jóvenes esa fecha parece muy lejana –es del siglo pasado-, pero para mí, que nací solo dos años después de que todas estas medidas estuvieran vigentes en mi país, también es algo de otra época que nada tiene que ver conmigo.  Lo pienso estos días y lo pensé cuando hace unos meses vi Sufragistas, la película de Sarah Gavron que cuenta la lucha de un grupo de mujeres para que dejáramos de ser excluidas de la vida pública. El movimiento sufragista surgió en Inglaterra poco antes de que estallara la Primera Guer

Contar para sobrevivir

Ella leía sin parar; él no podía dejar de contar historias; los dos bebían más de la cuenta. Mary Karr (Grove, Rexas, 1955) publicó, cuando tenía más de 40 años, las memorias de su infancia. Lo había intentado durante más de 15 años sin éxito: no le fue fácil enfrentarse a aquellos tiempos en los que ella y su hermana convivían con sus padres alcohólicos en una región cuya única riqueza era el petróleo. Cuando lo consiguió y El Club de los Mentirosos vio la luz, allá por 1995, el éxito fue arrollador: el número de lectores e incondicionales no dejó de crecer (El año pasado, las editoriales Periférica y Errate Nature publicaron su traducción en España y se convirtió en uno de los libros de 2017). Aquella chica, ya una mujer, había conseguido transformar los primeros años de su vida en una historia conmovedora -sin un exceso de dramatismo, todo lo contrario- y, al hacerlo, les había dicho a millones de personas que se puede salir relativamente ileso de un drama familiar, incluso del s

Dejar ir a los muertos

A Joan Didion (Sacramento, 1935) le preguntaron en 2006, tres años después de la muerte de su marido, si le había resultado difícil escribir "El año del pensamiento mágico". Ella contestó: "Fue una experiencia difícil y dolorosa, pero también reconfortante. La verdad es que “El año del pensamiento mágico” fue un libro inevitable, no estaba en mi mano no escribirlo. Cuando le puse punto final, me di cuenta de que había sido una experiencia luminosa". Cuando terminas de leer este ensayo autobiográfico sientes algo parecido: que escribir y leer sobre la muerte puede llegar a ser una experiencia dolorosa y reconfortante, pero también luminosa. En diciembre de 2003, después de visitar a su hija Quintana, en coma e ingresada en un hospital de Nueva York tras sufrir una neumonía, la escritora Joan Didion y su marido, John Gregory Dunne, volvieron a casa. Él sufrió un ataque al corazón cuando estaban cenando y murió. La periodista tuvo que realizar el proceso d