Lleva ocurriendo desde hace tanto tiempo que no se sabe cuándo comenzó con exactitud. Los seriales rociados de sentimentalismo y desprovistos de dignidad se han apoderado de teles, periódicos y radios. Es frecuente. Es habitual. No es normal. Es paradójico vivir en un mundo que se enzarza en arduas batallas sobre la prohibición o no de las corridas de toros (debate muy legítimo) pero no se percata de la miseria que lo ahoga cuando se publica, con todo detalle, la muerte de Antonio Puertas, cuando la ciudadanía se convierte, encantada, en juez de sobremesa. Un fallecimiento que casi parece formar parte de un puzzle: era la pieza que faltaba para que todo cuadrara, el resultado de una justicia extraña.
El agresor del profesor Neira se ha disputado estos días el primer puesto de las noticias más leídas con los supervivientes chilenos (afortunadamente, todos). La sobredosis ya adjudicada- que le quitó la vida, en un madrileño piso donde la prostitución es más que habitual, terminó de retratar a un hombre que antes de morir ya había perdido su humanidad. De poco valió que la hermana del fallecido implorara respeto para los familiares, recordando que "no son personas públicas", exigiendo intimidad. Entonces, los vaivenes de la jeringuilla causante de la muerte ya cotizaba alto entre los medios de comunicación. La exclusiva se vendió sin problema alguno. Tampoco lo tuvo la mujer a la que golpeaba Puertas cuando Neira intentó salvarla, hace ya muchos meses. Ella se dedicó a defender a su agresor por todos los platós en los que encontró un cheque y muchas luces. No fueron pocos. Mientras, Neira era divinizado por haber estado a punto de perder la vida: su hazaña le valió un puesto en el Observatorio Regional contra la Violencia de Género y al tiempo fue destituido por dar positivo en un control de alcoholemia. Como si el mero hecho de no poder soportar una atrocidad ante sus ojos lo convirtiera en un experto en la materia, en un héroe al servicio de la patria. Desde luego, el hecho fue inusual en días de mirar para otro lado cuando las desgracias ocurren cerca. La historia estuvo plagada de todos los ingredientes propios de cualquier telenovela que decida salir de Latinoamérica para cruzar el charco y deleitar al público español. Ambientada, eso sí, en pleno siglo XXI. Incertidumbre, sorpresa, sangre, drogas, medios de comunicación, un héroe y un villano (o más de uno). Ayer, en algunos periódicos, Puertas le había ganado la batalla a los mineros. El fin del ensayo de la ceguera vendía, pero no tanto. Todos salieron ilesos. El rescate, lleno de éxito y de "orgullo nacional" para el presidente Piñera, no se podía comparar con todos los pormenores del otro culebrón. Hubo historias personales, se exprimieron muchas vidas, pero todo salió bien. Muchas sonrisas, felicidad contenida, esperanzas cumplidas. Y eso, está claro ya, no vende tanto. En el resto del top ten sólo entraban asuntos tan trascendentes como éstos: los insultos textuales a Zapatero en la Fiesta Nacional, las hazañas de los ultras serbios o el desnudo de una tal Kim Kardashian a la que se acusa de estar embarazada de su hermano.
El agresor del profesor Neira se ha disputado estos días el primer puesto de las noticias más leídas con los supervivientes chilenos (afortunadamente, todos). La sobredosis ya adjudicada- que le quitó la vida, en un madrileño piso donde la prostitución es más que habitual, terminó de retratar a un hombre que antes de morir ya había perdido su humanidad. De poco valió que la hermana del fallecido implorara respeto para los familiares, recordando que "no son personas públicas", exigiendo intimidad. Entonces, los vaivenes de la jeringuilla causante de la muerte ya cotizaba alto entre los medios de comunicación. La exclusiva se vendió sin problema alguno. Tampoco lo tuvo la mujer a la que golpeaba Puertas cuando Neira intentó salvarla, hace ya muchos meses. Ella se dedicó a defender a su agresor por todos los platós en los que encontró un cheque y muchas luces. No fueron pocos. Mientras, Neira era divinizado por haber estado a punto de perder la vida: su hazaña le valió un puesto en el Observatorio Regional contra la Violencia de Género y al tiempo fue destituido por dar positivo en un control de alcoholemia. Como si el mero hecho de no poder soportar una atrocidad ante sus ojos lo convirtiera en un experto en la materia, en un héroe al servicio de la patria. Desde luego, el hecho fue inusual en días de mirar para otro lado cuando las desgracias ocurren cerca. La historia estuvo plagada de todos los ingredientes propios de cualquier telenovela que decida salir de Latinoamérica para cruzar el charco y deleitar al público español. Ambientada, eso sí, en pleno siglo XXI. Incertidumbre, sorpresa, sangre, drogas, medios de comunicación, un héroe y un villano (o más de uno). Ayer, en algunos periódicos, Puertas le había ganado la batalla a los mineros. El fin del ensayo de la ceguera vendía, pero no tanto. Todos salieron ilesos. El rescate, lleno de éxito y de "orgullo nacional" para el presidente Piñera, no se podía comparar con todos los pormenores del otro culebrón. Hubo historias personales, se exprimieron muchas vidas, pero todo salió bien. Muchas sonrisas, felicidad contenida, esperanzas cumplidas. Y eso, está claro ya, no vende tanto. En el resto del top ten sólo entraban asuntos tan trascendentes como éstos: los insultos textuales a Zapatero en la Fiesta Nacional, las hazañas de los ultras serbios o el desnudo de una tal Kim Kardashian a la que se acusa de estar embarazada de su hermano.
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