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"Hemos sobrevivido gracias a un exceso de optimismo"



Tiene los ojos de un verde grisáceo y un aire a Albert Einstein, pero prefiere hablar de Darwin y del futuro de la religión cuando la vida sintética alumbre una "nueva" teoría de la evolución. Eduard Punset Casals (Barcelona, 1936), con un brillante currículo que va desde el Derecho hasta la Economía, decidió hace ya muchas décadas que su futuro pasaba por "licenciarse" en ciencia. Tenía todo de su parte: la vehemencia que acompaña a toda vocación. Desde entonces, la divulgación ha sido el objetivo de alguien ansioso por descubrir el funcionamiento más químico de nuestros sentimientos. Ya antes de decantarse por esta faceta, se había desarrollado como hombre político, observando la Transición Española desde un púlpito destacado: participó en el primer gobierno democrático como secretario general técnico y más tarde lideró la apertura del país hacia Europa como ministro. Pero nada lo llenó tanto como conversar sobre las maravillas del cerebro, el avance de la neurología o el comportamiento de las amebas a altas horas de la noche (Redes). El viernes contó en Tenerife cómo mantiene su vitalidad entusiasta a sus 73 años. Ya sabe que "hay más cuestiones para las que se tendrán respuesta que para las que no" pero, así y todo, se arriesgó a divagar sobre los efectos de las crisis -económicas- en nuestros corazones.

-Hoy que ya se habla de sangre artificial y de vida sintética, ¿todavía Dios es más grande que la ciencia?

"Bueno, yo no lo veo así porque pensar así no me resuelve el problema, me lo traslada a un nivel en el que aparentemente no es posible la discusión. Lo que es cierto es que estamos a unos cuatro o cinco años de producir vida sintética en el laboratorio, de crear una bacteria. Cuando esto ocurra, no creo que cambie nada. En eso Darwin era muy seductor. Decía "yo no discuto sobre los temas de religión porque no contribuyen a que avance la ciencia. Prefiero dedicarme a la ciencia y será la expansión paulatina de este conocimiento la que hará tambalearse al pensamiento dogmático, o por lo menos perder ciertas prerrogativas". Hoy está ocurriendo porque estamos descubriendo cosas que hace unos años eran impensables. En tiempos de Darwin, todo el mundo estaba convencido -la iglesia y la comunidad científica- de que la historia de la evolución constaba de 5.000 años. No fue hasta que se descubrió que eran 13.000 millones de años, cuando cupo toda la teoría de la evolución, incluyendo la selección natural que explica la aparición y la diferenciación entre las distintas especies. Por tanto, no creo que muera nunca el debate entre religión y ciencia, pero no tiene por qué ser enconado. Hay estudios interesantes relativos a la felicidad que demuestran que las personas con creencias son más felices, pero esto no demuestra que la existencia de Dios sea verdad, ¿no? Simplemente evidencia que hemos sobrevivido gracias a un exceso de optimismo. La gente de la calle siempre cree que va a ser la última en perder el trabajo, que su hijo no se va a quedar sin un puesto en la escuela… Gracias a eso se ha sobrevivido. Y el caso más clamoroso es el caso europeo. Un continente en el que se asesinaron, durante el siglo XVII, a 70.000 mujeres, las primeras científicas, las primeras comadronas que sabían algo de hierbas curativas, por considerarlas brujas… O sea, que se ha sobrevivido a tanto horror gracias a este optimismo atávico que llevamos dentro. En determinados momentos, en escenarios de sufrimiento inaudito, la religión les ha dado una esperanza a las personas. Con esto no quiero esconder ni negar los sufrimientos indecibles que la propia religión ha impuesto y que estamos viendo aún hoy en día".

- ¿Usted se ha encargado durante muchos años de difundir los avances de la ciencia. Ha pasado por la política, por un programa televisivo relegado a altas horas de la noche y por la literatura especializada. ¿Dónde se divulga mejor?

"Todos los soportes son buenos para todos los contenidos. Lo importante es tener ganas de que la ciencia irrumpa en la cultura popular. Esto hasta ahora era prácticamente imposible porque la comunidad científica tenía muy poco que decirle a la gente de la calle. Ahora con las nuevas tecnologías de resonancia magnética se puede saber lo que ocurre por dentro del cuerpo y la gente está descubriendo la cantidad de cosas que le puede contar la ciencia y que le interesan para su vida cotidiana. La ciencia ha podido comprobar que una situación de estrés atraviesa la placenta de la mujer embarazada, afecta al hipocampo, y el niño pierde volumen del órgano central de la memoria. Entonces, lo que está ocurriendo en estos momentos, que no había ocurrido nunca, es la irrupción de la ciencia en la cultura popular. La gente se está dando cuenta de que forma parte de su cultura. Y la lucha milenaria entre una ciencia incipiente y un dogmatismo gigantesco, el heredado, se está entablando en un marco más civilizado del que el método científico no tiene por qué salir perdiendo".

- Cuando ve que los dos grandes partidos políticos de España escenifican una gran ruptura por una asignatura, como es Educación para la Ciudadanía, ¿qué piensa? ¿Los políticos han de preocuparse tanto por el enfrentamiento entre religión y valores, o más por la gestión de los sentimientos?

"Aquí hay una verdad que estoy seguro que comparten los dos y es que antes que los valores, están unas emociones innatas y universales -como la rabia, el miedo, el asco, la felicidad… - y nadie ha enseñado jamás a los niños a gestionar estas emociones. El primer reto es que los niños aprendan a gestionar los sentimientos con los que vienen al mundo. Y después ya podrán discutir políticos y religiosos qué valores enseñar, cuáles de estas emociones, como la empatía, deberían prevalecer a la hora de la enseñanza".

-¿Cuáles son los sentimientos más desconocidos por el ser humano hoy?

"Para eso hay que saber primero que hay un problema educativo en todos los países. Los maestros han considerado que todos los problemas son culpa de la complejidad sobrevenida de las clases y que para los profesores es muy difícil enseñar hoy. Y luego los medios hablan de la crueldad de los niños y de las incomprensiones de los padres con los profesores, pero nadie habla de lo que hay que hablar: de la reforma inevitable y profundísima del sistema de enseñanza de los maestros. Lo que ahora están enseñando es una ínfima parte de lo que debieran; todo esto está por hacer. Hay que educar el corazón de las personas".

- ¿Considera que la técnica ha acabado con el romanticismo, ahora que se conocen más los impulsos neurológicos que influyen en el amor?

"Yo no concibo un concepto del amor más romántico que la idea científica del amor. El amor es el primer instinto, es el instinto primario de fusión con otro organismo para garantizar su supervivencia. Entonces, una cosa es que ahora lo podamos explicar y otra cosa que haya dejado de ser una maravilla el hecho de que este sentimiento surgiera hace 3.000 millones de años con las primeras bacterias y vaya a continuar. Yo no veo esta oposición entre el romanticismo y la ciencia. Creo que donde no hay romanticismo es en la visión no científica del amor".

- La ciencia ha hecho más "felices" a personas que no encontraban respuestas en la fe. ¿Cómo afectan las épocas de crisis a la felicidad de las personas?

"En las épocas de crisis la manada siempre ha reaccionado igual: elige a unos dirigentes más jóvenes. La prueba está en Obama. Esto se ha repetido a lo largo de toda la evolución. Igual que en períodos de crisis la manada también ha recurrido a decisiones más emotivas o emocionales que de costumbre. Es decir, que en un período normal, sin crisis exageradas, a lo mejor queda vocación y tiempo para profundizar en los aspectos racionales de la toma de decisiones. En tiempos de crisis se decide mucho más rápido".

- Y la gente tiende a las corazonadas…

"Se hace de manera más emocional. Afortunadamente ahora sabemos que la contradicción en la que siempre hemos navegado entre el mundo subconsciente o inconsciente y mundo racional es mucho más difusa y difícil de precisar de lo que creíamos. El inconsciente es capaz de abordar y de dirigir procesos cognitivos de una sofisticación tal que antes no los concebíamos sin la conciencia. Estamos convencidos de que el inconsciente decide o aporta soluciones a problemas cognitivos muy complicados que aparentemente exigirían una concienciación específica del problema. Y a ello hay que añadir que luego se ha descubierto que hay dos tipos de cerebros. Tenemos a unas personas que tienen unas conexiones cerebrales que siempre las hacen inclinarse por la vía técnica, objetiva.. Pero son pocos, la mayoría usa la vía emocional. O sea, que según estés en un lado o en otro, vas a recurrir a una solución más técnica o más pasional… Hay un famoso experimento que lo explica: en una estación de tren hay cinco operarios fingiendo que están trabajando en la vía. Entra el tren a toda velocidad. En el andén, que está abarrotado, hay un hombre que empuja a una víctima inocente a la vía: el tren lo mata pero tiene que parar y no acaba con los otros. Hay un tipo de persona que tiene los circuitos cerebrales de una determinada manera y no duda un instante en que es mejor que muera un inocente a que mueran cinco. En cambio, la mayoría de la gente consideraría esto una maldad. ¿Tú qué preferirías, que mueran los cinco o empujar a uno?".

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