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Entrevista a Mario Vargas Llosa

"Si hoy al escritor no le interesa la política, no debe escribir de ella"

Fue exponente de una generación que encontró en la literatura una forma de hacer política, y en la política una forma de servir a la cultura. Cambiar el planeta se convirtió en el cometido último de la palabra. Hoy no se sabe si habrá una generación de escritores capaz de tomar el testigo que dejó el boom de la novela hispanoamericana. Mario Vargas Llosa (1936, Arequipa, Perú), considera que la concienciación de los escritores ha cambiado al tiempo que se ha pasado de las dictaduras a las democracias. La historia dirá si el mundo alumbró escritores o tan solo escribidores como los que él un día caracterizó (La tía Julia y el escribidor).

- ¿Qué echa en falta en los autores de hoy?; ¿sobre qué deberían escribir y no están escribiendo?

"Bueno, no me parece que a los autores haya que darles indicaciones. Creo que lo importante es que cada uno pueda escribir sobre lo que le interesa más. Si hay una actividad en la que la libertad es fundamental es la creación artística. Lo único que sí me atrevería a decir es que espero que la literatura no sucumba a un hermetismo que la aleje del gran público, como le ha ocurrido en algunos momentos a las artes plásticas. La literatura tiene que mantener el contacto sin renunciar al rigor o al experimento. Si la obra literaria se convierte en el monopolio de una pequeña élite, se convierte en un juego intelectual".

- Todavía hoy la gente lee bastantes libros. La pregunta es si está leyendo literatura de calidad...

"Bueno, está el fenómeno del best seller, una literatura que sólo busca el entretenimiento. No estoy en contra: toda la gran literatura lo es porque es apasionante, emocionante, hechicera... Pero si la literatura sólo busca el entretenimiento tiene perdida la competencia con la televisión y los demás medios audiovisuales. La literatura debe ser entretenida sin renunciar a los grandes temas. Las obras clásicas lo son porque siguen hablándonos siglos después de que fueran escritas, porque tuvieron la ambición de expresar esa realidad humana sin dejar de ser entretenidas".

- ¿Hay una generación que está narrando las tragedias o las felicidades que ocurren hoy?

"No me atrevo a dar un veredicto. Creo que hay una literatura en la que el factor entretenimiento ha pasado a ser central de la misma manera que cuando yo empecé a escribir la mayoría de los escritores pensaba que la literatura debía ser problemática. Entonces había un compromiso muy extendido y hoy día lo hay mucho menos. Ahora muchos escritores jóvenes tienen desdén por ese tipo de literatura, pero también es verdad que los escritores muchas veces no han defendido las mejores opciones. Eso ha desacreditado mucho a la literatura social y políticamente motivada".

-¿Cómo le pasará factura al mundo que no exista ese compromiso de los literatos con la política?

"Bueno, lo cierto es que siempre no es malo. En muchas sociedades donde antes había dictadura hoy hay democracia. Y eso ha llevado a muchos escritores a pensar que habiendo una sociedad democrática, donde se puede expresar la diversidad y la crítica, la literatura no tiene por qué asumir esos roles; es más, antes los asumía por carencia. En la época de Franco, la literatura decía lo que no se podía decir en la prensa, en la radio o en la televisión. Eso ha ocurrido mucho en América Latina. La literatura era el vehículo a través del cual se podía expresar la crítica. Si hoy al escritor no le interesa la política, no debe escribir sobre ella. Pero lo que sí es importante es que la literatura exprese lo que a la gente le preocupe".

- Si bien es cierto que antes la literatura tenía que ejercer ese papel porque vivíamos en dictadura, todavía a veces hoy parece que la gente tiene cierto miedo a decir lo que piensa...

"No... No es miedo a opinar, es una desmovilización del espíritu crítico, un cierto escepticismo de que pueda servir para algo. Es peligroso que se pierda ese espíritu porque entonces todo entra en el reino de la mediocridad. Eso es lo peor que le puede pasar a una sociedad. Una democracia no sólo puede desaparecer por culpa de una acción dictatorial, también por aburrimiento".

- ¿Es un escenario que usted contempla en la actualidad?
"Es un problema actual. Pero también es verdad que la democracia crea la capacidad de la renovación. Qué interesante es, por ejemplo, lo que ha ocurrido con Obama. Ha habido una revitalización del espíritu democrático. El hecho de que millones de millones de norteamericanos pensaran que se podían cambiar las cosas con una elección que rompía las reglas del juego, inyectó una vitalidad nueva".

- Sin embargo, lo que está más en los titulares es la falta de ejemplaridad de la política.

"Pero eso es culpa nuestra. Porque nosotros, en lugar de animar a los jóvenes brillantes a entrar en la política, les decimos a los más idealistas que es una actividad repugnante, mediocre y que hay que darle la espalda. Tenemos que convencer a las generaciones nuevas de que la política es una herramienta para cambiar la realidad pacíficamente".

- Usted hablaba antes de Barack Obama. Hugo Chávez le regaló Las venas abiertas de América Latina y en el ranking de ventas de Amazon.com este libro pasó del puesto 6.000 de ventas al noveno. ¿Resulta válido como instrumento de análisis de América Latina?

"No, nunca lo fue. Es un conjunto de lugares comunes, escritos por un escritor hábil, donde se recomiendan las peores soluciones para problemas reales. Las fórmulas que él propone son las que han fracasado estrepitosamente en los países donde el socialismo fue una realidad, como la Unión Soviética o la China de Mao Tse-tung...".

-Esta mañana estábamos viendo cómo Lula defendía la candidatura de Río de Janeiro. Cuando uno ve esa escena siente que Brasil es un islote solitario en medio de América Latina...

"Sí, afortunadamente él renunció a los viejos estereotipos socialistas y asumió una línea socialdemócrata. Pero la política internacional de Lula sí puede ser criticada. Mantiene cercanía con Fidel Castro y con Chávez, con lo peor de América Latina".

- En esa América Latina se ha visto cómo se abre una hegemonía del populismo y, mientras, Europa gira hacia la derecha...

"El populismo es una enfermedad y no hay sociedad que esté vacunada. Lo que le está pasando a Europa es la consecuencia de haber vivido una experiencia económica traumática. Ello debe llevarnos a una revisión de todas esas certidumbres que no habían pasado la prueba de la realidad. En el futuro no puede darse esa falta de vigilancia que la democracia permite, y exige, con las instituciones financieras".

- Pero, ¿hasta qué punto se puede atribuir la crisis de la izquierda europea a la debacle económica?

"La izquierda en Europa no se modernizó al ritmo que se estaba modernizando la realidad y eso la terminó marginando. Pero hay excepciones: hay una izquierda que sí es muy moderna, la de los países nórdicos. Hoy son estos partidos de izquierda los que más cerca están del liberalismo y no los de la derecha europea".

- ¿Cómo cuajan en todo esto los nacionalismos en una época global en la que las personas buscan reforzar su identidad?

"La globalización genera temores y uno de ellos es perder la identidad en un mundo cosmopolita. Eso ha estimulado los nacionalismos aunque, a excepción de España, siguen siendo reducidos. Europa, con todas las críticas posibles, es el único gran proyecto social y político contemporáneo con la ambición de los grandes proyectos del pasado".

- ¿No cree que estamos condenados a convertirnos en un museo para el resto del mundo?

"No en un museo, sí en un modelo. Ojalá América Latina siguiera este ejemplo, creara una unión latinoamericana y comenzara a erosionar las fronteras...".

- En este complejo escenario, los periódicos tradicionales viven su propia crisis: están perdiendo lectores y los digitales no están ganando más. Suben los blogs y el periodismo ciudadano...

"Es un fenómeno que no sabemos a dónde nos va a llevar. Hay un aspecto muy positivo, que todo el mundo tiene un acceso a la información y eso hace prácticamente imposible la censura. Pero esa universalización también significa un abaratamiento. Yo no soy muy lector de blogs, pero recuerdo haber leído alguno y me quedé muy impresionado viendo la indigencia formal de esos textos".

- Hay algunos escritores muy celebrados por su talento y su éxito. José Saramago tiene uno...

"No tengo nada en contra. En muchos sentidos es una revolución. Ahora, yo no leería una novela en una pantalla, no estoy formado para eso. Además, los libros me dan tanto que prefiero quedarme con ellos tal como los conocí cuando aprendí a leer".

- ¿Está preparado para leer sus libros en un tablero digital?

"Preparado no, resignado. Mi esperanza es que el libro sobreviva, de la misma manera que el cine no mató al teatro del todo. Incluso creo que cabe la esperanza de que ese libro de papel que quedase sería minoritario, y más estricto. Y habría menos literatura de best seller".

- Al final parece que se vive en una época de bajo coste: también de política de bajo coste...

"Sí, y en definitiva, de literatura de bajo coste. Y los valores artísticos, literarios y sobre todo los éticos, no pueden de ninguna manera ser de bajo coste. Eso no podemos permitirlo".


Saray Encinoso/Santa Cruz de Tenerife

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