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El silencio

A él lo santificaron antes de que llegara a la Casa Blanca. El día del Nobel sólo se consumaron dos realidades que ya se respiraban tiempo atrás: primero, que el mundo lo ha considerado ya un profeta en la Tierra, y segundo, que premios tan desvirtuados -que hablan de paz y mencionan a Al Gore- poco han de decir al futuro de la Humanidad. Mucho más aportará el presidente de EE.UU., Barack Obama, cuando recoja los frutos de muchos de sus logros, entre ellos, su afán por pulverizar esperanza por doquier. Sin embargo, la distinción en el pantanoso territorio de la literatura a Herta Müller sí sacó de las tinieblas a una mujer que "describió el paisaje de los desposeídos". La autora, que vivió treinta años bajo una dictadura, acudió a la Feria de Fráncfort y, en medio de tanta solemnidad, no tuvo reparo en publicitar su tristeza ante un certamen que tiene como invitado de honor al régimen chino, un gobierno capaz de dirigir ataques físicos contra artistas señalados."Es muy triste que un hecho así sea aceptado en las sociedades libres". No es la primera vez que este mercado de la palabra escrita -hoy aderezado por los avances del e-book- engendra debates sobre el sentido de la literatura en todas sus vertientes. Hace años fue Cataluña la comunidad invitada y sus políticos decidieron que la escritura merecedora de ir a la muestra era sólo aquélla escrita en idioma catalán. Coartaron la cultura, a sabiendas de que muchos virtuosos del lenguaje usan la versatilidad del conocimiento -escriben en un idioma la prosa, en otro los versos-. En días en los que el Premio Nacional de Narrativa recae sobre la obra de un hombre -Kirmen Uribe- que ha elegido el vasco para expresarse, el papel que las letras juegan en el torbellino de la política regresa con fuerza. Todo ello a pesar, o con la fortuna, de que este galardón ha sido otorgado con las garantías que se recogen en sus bases: se trata de un premio al que optan todos los escritos en castellano, pero en igual medida todos los que han preferido la diversidad de las lenguas cooficiales. A fin de cuentas, de eso se trata la diversidad, que tan necesaria se hace estos días de coexistir. Uribe, al ser preguntado por cuestiones políticas tras su premio, eludió cualquier signo de compromiso ("Mejor hablar de literatura"). Apenas comentó que Patxi López le pidió prestados unos versos para su toma de posesión. Se limitó a comparar su sorpresa con la que debió sentir el primer presidente negro de la Historia, cuando el planeta le encomendó misiones divinas. Al final, a uno se le queda el regusto de que es verdad eso que se escucha por las esquinas: que los escritores no quieren hablar de política, que los días han cambiado y que defender ideales no está de moda. No obstante, sería de agradecer que alguien se arriesgara a ser señalado para que muchas personas no se queden desencantadas pensando que todo vale, que los capítulos de corrupción del PP no dejarán de quitarle páginas a los diarios y que el PSOE puede que se haya posicionado a favor del blindaje del concierto vasco para asegurarse algunos votos en unos presupuestos necesitados de artimañas. Por ese silencio, es una exquisitez escuchar a Müller decir que la relatividad tiene un límite. La afonía tendrá un precio que irá más allá de la desigualdad tributaria.

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