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El homicidio de la bolsa de plástico

















Hay quien lo intenta todavía pero lo cierto es que cada vez es más difícil. Imaginar un mundo sin colonizar por interminables centros comerciales parece una tarea infructuosa. El modelo de negocio patentado por las grandes superficies se abrió paso un día, convirtiéndose en un símbolo más de la globalización. En esta estampa, acuñada al tiempo que las fronteras comerciales se moldeaban, las bolsas de plástico adquirieron un protagonismo cotidiano. Sin embargo, en los últimos tiempos los países desarrollados han empezado una cruzada contra ellas. Se las acusa de atentar contra los ecosistemas sin reparo. España, seguidora de esta doctrina, ha plasmado su concienciación en su Plan Nacional Integrado de Residuos y ha decidido suprimir el 50% de las bolsas en 2010.

Consumidores, ecologistas y empresarios coinciden en que el camino de la humanidad pasa por acabar con estos residuos. Pero, ¿están de acuerdo los científicos con este réquiem por la bolsa de plástico?

La moda de la sostenibilidad ha calado en todas las esferas y la industria ha decidido rubricar férreos compromisos con la naturaleza. Dentro de estas políticas a caballo entre el marketing y el ecologismo, la política de eliminación de las bolsas de plástico ha encontrado ya seguidores.

Muchos centros como El Corte Inglés o Alcampo han decidido incluir opciones "más sostenibles" para sus clientes, destinando fondos a la formación de sus trabajadores para impulsar el ahorro, pero sin coartar un ápice la libertad final del cliente. Es el caso del primero de ellos, donde algunos departamentos han decidido utilizar bolsas elaboradas con materiales 100% biodegradables, colocar cartelería para sensibilizar a la población o implantar determinadas actuaciones en cuanto al reciclaje.

Otros, como Carrefour, han adoptado decisiones más inmediatas. La prueba es que a partir del 15 de noviembre no ofrecerán las bolsas de toda la vida a sus clientes. Según los estudios elaborados por la multinacional gala, España es el tercer país europeo en consumo, cada habitante recibe al año una media de 238 bolsas cuando hace sus compras y, a fin de cuentas, es una transformación de la que ya han sido partícipes más países de la Unión Europea (UE).

Los mismos informes sentencian que cada bolsa tarda la friolera de 400 años en degradarse. Nada más que cuatro siglos y varias generaciones. Un augurio que no se puede comprobar en una vida y que no parece ser fiable al cien por cien.

Responsables de Ben Magec Ecologistas en Acción -que están "a favor de que se eliminen todas las bolsas, no el 50%"- no tienen claro cuánto tiempo se necesita para extender este certificado de defunción ("da igual el tiempo, lo importante es que es un residuo y se puede acabar con él). La delegación en Santa Cruz de Tenerife de la Unión de Consumidores Españoles (UCE), por su parte, se sitúa en la misma sintonía de entusiasmo ante la retirada, pero con el argumento de que cualquiera de estos residuos, al final, daña el medio ambiente. Realidad que observan con el resto de envases y a lo que se suma que "limita la capacidad de elección del comprador".

Damián de Torres, catedrático de Ingeniería Agroforestal de la Universidad de La Laguna (ULL), no comparte en absoluto el diagnóstico que tanto se ha publicitado en los medios de comunicación y bajo el que ha empezado esta lánguida despedida. Sus conocimientos sobre química no le permiten dudas en este sentido. "Es puro marketing", sentencia. En su opinión, "es una pequeña subida de precio encubierta. Lo normal es que en una compra te lleves entre cuatro y cinco bolsas, al consumidor le supone diez céntimos que aún se puede permitir y a ellos muchísimo más. "Han descubierto que pueden encubrir la medida como una política más de respeto a la naturaleza". Además, la nomenclatura que ha triunfado -"bolsas de un solo uso"- no es cierta: "Se tendrán que comprar otras para la basura, y éstas son más resistentes y, por tanto, tardan más en degradarse que una normal". Y es que si se atiende al "proceso químico", la vida de las miles de bolsas no es tan larga, afirma. "La luz ultravioleta deshace los polímeros", es decir, los plásticos. "Un polímero está hecho de una macromolécula formada por monómeros, su compuesto original. Todo ese fenómeno de polimerización lo degrada la luz ultravioleta". El ejemplo más obvio se puede llevar a cabo sin salir de casa: "Si dejas en el patio alguna bolsa y vas pasados algunos meses, se rompe cuando la coges. Pierde la agregación de los polímeros, es decir, pierde la polimerización. El paso siguiente es la degradación absoluta", sintetiza. Además, "tampoco se puede hablar de contaminación por cloro, porque no se usa para las bolsas de los supermercados, lo que se utiliza es polietileno de baja densidad, un material que sí se degrada".

Comparar estas bolsas con el resto de envases o con otras formas de uso del plástico, tampoco ayuda. Para Damián de Torres es importante no olvidar que una de estas bolsas pesa hasta veinte veces menos que una botella de detergente". Las cubiertas de los invernaderos o los plásticos polietilenos de las tuberías de riego "sí son problemas" a los que el mundo debería de enfrentarse cuanto antes. Hoy "la gente no se dedica a tirar bolsas", indica.De cualquier forma, lo cierto es que, como indican desde Ben Magec, hay veces que el paisaje cuenta otra historia. Un cuento que, no obstante, tiene más que ver con la responsabilidad individual y que condiciona los ecosistemas. Dicen algunos expertos -entre ellos también De Torres- que demasiados peces terminan tragándose los plásticos. Muchas veces, no en forma de bolsa.

José Ramón Arévalo, profesor de Ecología de la Universidad de LaLaguna, destacó aspectos como éstos y sí se alineó junto a todos aquellos que quieren decirle adiós a la bolsa de plásticos.No obstante, reconoció que probablemente esta eliminación no alumbre una era marcada por una nueva concepción del medio natural. Traerá aspectos mejores, pequeños logros como que "las bolsas de basura vayan todas juntas al mismo sitio gracias a los sistemas de recogida". Batallas ganadas que comparten la misma esencia: "Si se puede ahorrar, ¿por qué decir que no? Contaminar sí, pero por algo que merezca la pena...".

De cualquier manera, todo parece indicar que las bolsas se irán de los armarios, que los fabricantes pondrán el grito en el cielo por las posibles pérdidas de empleo que se vislumbran en el sector y que, si el hombre no cambia su modo de entender el mundo, el planeta no será un lugar mejor. Con bolsas de plástico surcando el mundo, o sin ellas, con bolsas biodegradables al 100% al final de la caja del supermercado o con las talegas de pan de antaño a cuestas, el problema es de concienciación.

Papas y bolsas

No hay empresa que se precie que no haya encontrado en la moda nacida al calor del cambio climático una fórmula para atraer ingresos y mejorar sus cuentas. En tiempos de crisis, hay quien ya ha apuntado que la muerte de la bolsa de plástico tiene mucho que ver con semestres de pérdidas. Sea como sea, lo cierto es que las empresas hace ya algún tiempo que empezaron a apostar por medidas más ecológicas. El Corte Inglés fue uno de los centros pioneros en incluir hace meses en algunos de sus departamentos (como el Servicio Integral de Bodas) bolsas compostables elaboradas a partir de fécula de patata, es decir, totalmente biodegradables. Alcampo, por su parte, puso en marcha un plan de reducción bajo el lema "Más productos en la bolsa, menos bolsas en el mundo".El objetivo es dejar de consumir más de 50 millones de bolsas en todo el mundo, dejar de verter a la atmósfera 220 toneladas de CO2 y, en definitiva, que cada uno tenga claro que debe hacer un uso responsable de este recurso. Las bolsas biodegradables logran que se reduzcan estas cifras y, por ende, los problemas de su uso indiscriminado. Sin embargo, De Torres señaló también a DIARIODEAVISOS que estas bolsas se elaboran gracias al refino del petróleo, es decir, no implica un gasto añadido. Contradicciones aparte, la oferta "ecológica" está cada día más presente en las vidas de la sociedad del siglo XXI. La aceptación del consumidor será clave para el mantenimiento de unas medidas que guardan sintonía con las estrategias de los gobiernos a nivel internacional. Ya estos días se habla de impuesto ’verde’ a los hidrocarburos y otras medidas que se debatirán de cara a diseñar el protocolo que sustituya al de Kyoto.


Saray Encinoso/Santa Cruz

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