Nadie está seguro de quién fue La chica de ayer, pero todavía hoy suena en El Penta y en miles de locales de todas las ciudades del país. Antonio Vega Tallés compuso esa canción cuando aún estaba en la mili, mucho antes de fumarse el primer porro y beberse la primera cerveza -lo hizo a los 22- y de adentrarse en un mundo lleno de excesos en el que la heroína marcó su vida personal y profesional. Esta y otras historias aparecen en el documental de Paloma Concejero Antonio Vega, tu voz entre otras mil, que este fin de semana se proyectó en el Tenerife Espacio de las Artes (TEA) y que ha estado cargado de polémica desde que se estrenó. El trabajo, 124 minutos donde tienen cabida desde sus compañeros de profesión hasta importantes nombres de la movida o su propia madre, es un recorrido por la personalidad y el significado de las letras del artífice de Nacha Pop. Sin embargo, a pesar del ejercicio de admiración de la periodista a la hora de elaborar la biografía, su familia no ha reaccionado bien. Ven pocas luces y demasiada oscuridad en la historia de un hombre que (literalmente) nunca dejó de observar las estrellas y al que el mundo se le quedó pequeño mientras intentaba desentrañar los secretos del universo. No dejó de subirse a los escenarios hasta que en mayo de 2009 murió. Pocos meses antes había visitado por última vez Tenerife, cuando ofreció una más que digna actuación en el Búho Club a pesar de su evidente fragilidad. La pregunta obligada es: ¿se podía haber recorrido la vida de ese hombre que empezó a ver sombras en color sin hacer especial hincapié en la droga?
La obra de Concejero está plagada de grabaciones inéditas en Súper 8 -el padre de Antonio siempre tuvo la obsesión de grabar a su familia-, de confidencias, reproches y angustias que ningún medio publicó, además de incontables fotografías que fueron proporcionadas por las personas más cercanas al artista. La directora, que también llevó a cabo el trabajo de documentalista, consiguió que nadie importante en la vida de Vega se quedara sin aparecer. Ellos hilvanaron un relato en el que no fue necesaria otra voz en off que explicara sus caídas y remontadas, cómo estaba siempre a medio camino entre la genialidad y la autodestrucción. Para sus hermanos o su madre puede ser difícil de aceptar, pero el crítico Javier Ocaña ha justificado perfectamente el trabajo: “Drogadictos ha habido, hay y habrá, pero no todos son merecedores de que alguien cuente su historia y esta resulte atractiva; compositores de canciones también hay muchos, pero el interés de sus vidas no tiene por qué ser dramáticamente elevado”. El autor de la banda sonora de una generación merece pasar a la posteridad y este documental es la forma perfecta de hacerlo. No se trata de mitificar, solo de reconocer a un hombre que fue tan adictivo como vulnerable a las adicciones.
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