La estadística es una ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno. Lo dijo el escritor irlandés George Bernard Shaw hace más de un siglo, pero es una definición que se ajusta bastante a la realidad. Las matemáticas nos permiten hacer casi de todo, pero sin el contexto que otorga la cercanía se vuelven mucho más inexactas y pobres. Esta semana el Ministerio de Empleo publicó los datos sobre desempleo referentes al mes de abril y volvió a dibujar una realidad desoladora en España y en el Archipiélago. El Gobierno, para explicar el desastre, ha dicho que la recesión se ha ralentizado y que el desempleo ha crecido a menor ritmo los últimos meses, pero eso es como decir, en palabras de Fernando Aramburu, que el Titanic se hundió más despacio en sus últimos metros. Sin embargo, entre tanto dato negativo se coló uno que algunos quisieron calificar de esperanzador: 13 personas se dieron de alta como autónomos cada día durante el mes de abril en Canarias. ¿Es el autoempleo la única salida que nos queda?
Hace años que la palabra emprendimiento se coló en nuestras conversaciones. Al principio parecía que era la solución a todos los problemas, pero el tiempo ha demostrado que se trataba de una estafa más. Desde que empezó la crisis nuestros gobiernos nos han dicho, con algo de disimulo al principio, que tener trabajo depende solo de nosotros. En un mundo globalizado, con las nuevas tecnologías al alcance de todos, el que no triunfa es porque no quiere. La idea es muy bonita pero, igual que ocurre con la literatura de autoayuda, es mentira. No todos tenemos aptitudes para ser emprendedores. Convencernos de lo contrario para traspasar la responsabilidad de esta crisis es injusto, pero además pone de manifiesto que el Gobierno no ha diseñado una política económica. Pretende que la gente, a base de montar chiringuitos -unos rentables, otros no- lidere la salida de la crisis. Y la mejor opción que encuentra es rebajar la cuota de los nuevos autónomos durante los primeros seis meses a cincuenta euros.
El emprendimiento puede convertirse en la próxima burbuja. Ya hay expertos que están comparando este fenómeno con lo que ocurrió con las puntocom en los años 90. Una vez más, no hemos aprendido de la historia. No todo el mundo puede emprender y no todos los autónomos encajan dentro de la definición moderna de emprendedor. Pero lo más triste es que el Gobierno no tiene ni idea de cómo va a crecer este país. Ni siquiera sabe qué viene después del turismo. Supongo que ya nos lo contarán las estadísticas.
Hace años que la palabra emprendimiento se coló en nuestras conversaciones. Al principio parecía que era la solución a todos los problemas, pero el tiempo ha demostrado que se trataba de una estafa más. Desde que empezó la crisis nuestros gobiernos nos han dicho, con algo de disimulo al principio, que tener trabajo depende solo de nosotros. En un mundo globalizado, con las nuevas tecnologías al alcance de todos, el que no triunfa es porque no quiere. La idea es muy bonita pero, igual que ocurre con la literatura de autoayuda, es mentira. No todos tenemos aptitudes para ser emprendedores. Convencernos de lo contrario para traspasar la responsabilidad de esta crisis es injusto, pero además pone de manifiesto que el Gobierno no ha diseñado una política económica. Pretende que la gente, a base de montar chiringuitos -unos rentables, otros no- lidere la salida de la crisis. Y la mejor opción que encuentra es rebajar la cuota de los nuevos autónomos durante los primeros seis meses a cincuenta euros.
El emprendimiento puede convertirse en la próxima burbuja. Ya hay expertos que están comparando este fenómeno con lo que ocurrió con las puntocom en los años 90. Una vez más, no hemos aprendido de la historia. No todo el mundo puede emprender y no todos los autónomos encajan dentro de la definición moderna de emprendedor. Pero lo más triste es que el Gobierno no tiene ni idea de cómo va a crecer este país. Ni siquiera sabe qué viene después del turismo. Supongo que ya nos lo contarán las estadísticas.
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