Cuando cayó el muro de Berlín y ya se perfilaba la reunificación alemana, Helmut Kohl sabía que solo podía fiarse de cuatro hombres de Estado en todo el mundo: George Bush padre, Mijail Gorbachov, Jacques Delors y Felipe González. El canciller lo reconoció ante Jochen Thies, un periodista y escritor alemán que siguió de cerca el surgimiento de la Unión Europea: fue redactor jefe de la revista de relaciones internacionales Europa-Archive/Internationale Politik y director de Internacional de la DeutschlandRadio de Berlín. El periodista pensó que, de alguna manera, la declaración de Kohl decía mucho sobre el nexo que se había forjado entre España y Alemania a lo largo del siglo XX. La relación se podía sintetizar teniendo en cuenta cómo se comportaron los dos países en los conflictos de la época. En la Guerra Civil española la izquierda alemana se posicionó con el bando republicano y los nacionalsocialistas con Franco. En la Segunda Guerra Mundial España se mantuvo casi neutral -el caudillo envió voluntarios a la campaña de Hitler contra Rusia- y sus habitantes no sufrieron las consecuencias de una sangrienta guerra sin fronteras.
No obstante, partir de 1940 la dictadura dejó a España estancada y alejada de las libertades que por aquel entonces comenzaban a llegar a muchos países. Ahora, con la perspectiva que otorga el tiempo, Thies considera que se puede decir, sin miedo a caer en errores, que los alemanes contribuyeron al proceso democratizador español. ¿Cómo lo hicieron? A través del turismo. "No hay otro país europeo del que el alemán medio tenga una idea tan concreta como la que tiene de España". Lo cuenta en un apasionante artículo que ha publicado recientemente. A partir de los años 60 esa población que vivía a orillas del Rin empezó a viajar hasta la Península Ibérica y España se convirtió en el destino de masas alemán. Hoy el español es el idioma de moda, los alemanes viajan a España con la misma frecuencia que a Francia y es "un país de culto en mayor medida que Francia o Italia". Es más, España -y Canarias en particular- es el lugar de retiro de muchísimos alemanes.
En la amistad actual tiene mucho que ver la guerra. En las relaciones hispano-germanas no existen factores de enfrentamiento político de peso y ambas naciones mantienen una posición discreta en el terreno militar. Uno de los asuntos que suscita interés en Alemania es el papel que España puede desempeñar en las revoluciones que están llevando la democracia a los países del norte de África. Algunos expertos creen que esta realidad será determinante en la evolución de las relaciones, sobre todo porque no se sabe qué ocurrirá con Marruecos. Hoy es un país estable si se compara con los de su entorno, pero los indicadores socioeconómicos auguran complicaciones: tiene un elevado número de jóvenes formados con escasas oportunidades en el mercado laboral. España mantiene unas relaciones privilegiadas con Marruecos. No es casualidad que todos los presidentes españoles, con independencia de su ideología, decidan viajar a Marruecos nada más llegar a la Moncloa.
A pesar de este feeling histórico, la nación más poblada de Europa se ha convertido hoy un problema para España y la Unión Europea. Hasta 1989 los conflictos nacían en la Alemania dividida, pero se solucionaban con más Europa. Más de 20 años después la manera de solucionar las dificultades es muy distinta. Los estados de la Unión miran hacia Ángela Merkel esperando que sea ella quien decida por dónde debe caminar Europa. Le exigen mucho porque la historia está de parte de los alemanes: fueron capaces de recuperarse de la barbarie hitleriana, de alumbrar una generación de jóvenes que analizó en profundidad el nacionalsocialismo y de superar con éxito la reunificación. Hoy es el país de la energía verde, del apagón nuclear y del retorno a las raíces románticas. Sería injusto decir que Alemania no ha aprendido de la historia. Sin embargo, no parece estar preparada para asumir el liderazgo que el resto de Europa necesita.
La culpa no es solo de Alemania. Las relaciones con sus vecinos galos están en retroceso: cada vez menos franceses estudian en Alemania, no aprovechan las líneas aéreas de bajo coste para visitar Berlín y los líderes de ambas naciones, salvo excepciones, no dominan el idioma del otro. Los lazos que la unen a Gran Bretaña también son frágiles: no existen demasiados proyectos compartidos. "Lo que más irrita a Reino Unido -según Thies- es que depués de 1989 los alemanes no se han propuesto asumir el papel de potencia central europea que Londres por un lado esperaba y por otro temía".
Lo que no entienden los ciudadanos de los países intervenidos -o a punto de ser rescatados, como es el caso de los españoles- es que los alemanes se hayan olvidado un pequeño detalle: su país no se habría recuperado tan rápido de la guerra si Estados Unidos no hubiera puesto en marcha el Plan Marshall. Reconstruyó Europa, contuvo el avance del comunismo y participó activamente en la reunificación. Nuestra generación no vivió esa guerra ni todo lo que vino después. Tiene que revisar los libros de historia para entender lo importante que fue Alemania para el proyecto europeo y viceversa. Como dijo Helmut Kohl hace un año, solo quienes han conocido la guerra saben el auténtico valor de estos últimos 65 años de paz y libertad que ha proporcionado Europa.
Kohl hizo estas declaraciones hace apenas unos meses, cuando algunos ministros del gobierno de Ángela Merkel insinuaron que Grecia debía dejar el euro. Era el momento de decidir si se autorizaba el segundo tramo de la ayuda y el periódico Bild Zeitung publicaba en portada 'Stop a los rescates'. ¿Qué sería de Alemania hoy si no hubiera sido rescatada por líderes que defendieron la idea de una Europa unida? Puede que las comunidades europeas empezaran con la economía, con el intercambio de acero y carbón que se inició entre Francia y Alemania, pero la economía era el pretexto para garantizar la paz y un modelo común de convivencia. Hoy la Unión Europea aprueba rescates que no traen la paz, sino todo lo contrario.
Decía Stefan Zweig, a quien le arrebataron tres veces su casa y su existencia, que su generación había aprendido a conciencia a no llorar las cosas perdidas. A esta generación le toca ahora algo de esto porque todavía pasara tiempo, con rescates por supuesto, hasta que recuperemos la calidad de vida que cada día vamos perdiendo.
ResponderEliminarMuy bien traido a colación este hecho histórico. A veces ni siquiera es necesario retroceder mucho para encontrar ejemplos que resulten facilmente aplicables, mutatis mutandi, a la crisis actual. Ya sabemos que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.
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