Conocí a Tere el primer año de facultad. La casualidad hizo que a las dos nos tocara empezar nuestra aventura universitaria en la misma residencia. Yo llegué a Sevilla para estudiar Periodismo, algo que había decidido bastante tiempo atrás. Su historia era distinta. Ella empezó COU pensando que haría Medicina, lo que hasta ese momento era su pasión. Ese último curso se dio cuenta de que durante años se había equivocado y que quería dedicar su tiempo a desentrañar los miles de enigmas que la filosofía ponía a disposición de los osados. Casi nadie lo entendió, pero el año siguiente dejó su Ubrique natal y se matriculó en Filosofía. Hay pocas personas a las que haya visto disfrutar tanto de algo.
Al terminar intentó construirse el futuro sacándose unas oposiciones. No obtuvo plaza. Cuando me enteré ya hacía tiempo que vivíamos en ciudades alejadas, pero seguíamos intercambiando correos. Me contó que no lo había conseguido y me pidió que no la animara. “No me digas que la próxima vez lo conseguiré. Quedé la segunda de mi tribunal. No puedo hacerlo mejor”.
Desde entonces Tere ha tenido muchos trabajos. Ninguno relacionado con la filosofía. No hemos perdido de todo el contacto, pero la distancia hace mella. Estos días he pensado bastante en ella. La Consejería de Educación de Canarias ha decidido que hará todo lo posible para convocar oposiciones. Y los sindicatos han decidido que ellos también harán todo lo posible para evitarlo. El Gobierno optó hace algunos años por cambiar el sistema de listas de acceso al sistema público. Los interinos, a pesar de que algunos nunca aprobaron las oposiciones o no se presentaron, siempre salían ganando. Los años de trabajo contaban mucho. El problema estaba latente desde 2011, pero no había estallado porque la crisis había evitado nuevas ofertas de empleo.
Siempre he pensado que la experiencia es un grado. Sé que hay miles de interinos que han trabajado muy duro durante años, que han formado a generaciones cada vez más preparadas y que han soportado cambios de destino cada curso. Entiendo que para ellos es más difícil prepararse unos exámenes. Soy consciente de que el problema de la interinidad en educación debió resolverse mucho antes. Pero, así y todo, creo que la postura de los sindicatos es injusta y parcial, y que deja a miles de jóvenes licenciados sin esperanzas.
Mi amiga todavía no ha trabajado como profesora, pero nunca abandonó la filosofía y aprendió a ser feliz. ¿Qué ocurrirá con la generación que espera y la que está por venir?
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