Mi primer blog fue una obligación. Estaba en cuarto de carrera y un profesor pensó que la mejor manera de evaluarnos de su asignatura -no recuerdo el nombre, pero era algo sobre nuevas tecnologías- era hacerlo a partir de un blog. Entonces apenas había escuchado aquella palabreja y no entendía por qué no podía llamarse simplemente bloc. El soporte no me parecía importante. Fue el primer error de unos cuantos que seguí cometiendo y que me hicieron mantener una relación odiosa con él. Su objetivo era que los alumnos completáramos diferentes ejercicios que él iba marcando semanalmente. Cuando nos preguntó cómo se tenía que escribir en internet yo le escribí un decálogo, pero acabé recordando algo que le había leído a García Márquez, que lo importante, mucho más allá del medio, era saber escribir. Cuando nos hizo detallar el nuevo rol del teléfono móvil en nuestras vidas hice lo propio: acabé explicándole la escasa atención que poníamos ya cuando leíamos periódicos, esa tendencia a queda