Durante un tiempo me resistí a dejar de leer periódicos en papel. Quizás fue por deformación profesional, quizás por conservadurismo, quizás por esnobismo. Empecé Periodismo en el año 2000, cuando los blogs no existían, y sobreviví toda la carrera sin contratar internet en mi piso compartido. Entonces esta realidad no era épica. Las salas de informática de la facultad cubrían nuestras necesidades básicas: permitían consultar el correo, enviar mails, chatear y recopilar información para las decenas de trabajos que había que entregar. Además, no teníamos un duro. Cuando llegué a mi primera redacción, en 2006, todavía los periódicos locales podían sacar tiradas de más de cien páginas y las separatas de anuncios clasificados eran más amplias que muchos suplementos culturales actuales. Así, ¿quién iba a rendirse fácilmente a los encantos de la prensa digital? En 2022 estoy suscrita a cuatro periódicos y a varias revistas, aunque accedo a otras muchas publicaciones gratui...