La mayoría de los desplazamientos que hacemos requieren una planificación exhaustiva y exprés -consultar guías de viajes, blogs, Google Maps, Tripadvisor-, pero hay viajes para los que llevamos toda la vida preparándonos. Mi padre no fue a Buenos Aires hasta que cumplió los 59, pero durante años me contó tanto de esta ciudad que parecía que solía frecuentar sus calles. Sus explicaciones nunca eran vagas; era capaz de recorrer la Avenida Corrientes y de hablarme del Luna Park como si ya hubiera estado allí en algún concierto de Fito Páez o Charly García. Sabía cómo había sido el desarrollo urbano de la capital argentina, cuántos habitantes tenía, cuál era el grado de delincuencia, a cuánto estaba el cambio del dólar con el peso argentino, cómo funcionaba el transporte público, cuántos teatros había, dónde se comía el mejor asado y, por supuesto, la historia del rock argentino. La casa de mi infancia estaba llena de cedés que durante años mi padre encargó a una tienda de discos de Barcel...