Dice la neurociencia que la música mejora el desarrollo cerebral de los bebés, pero ninguno de nosotros recuerda las canciones que le cantaba su madre cuando tenía nueve meses. De hecho, es probable que ni siquiera seamos capaces de fijar en nuestra memoria el momento exacto en el que escuchamos por primera vez melodías que lograron sobrevivir a las modas y que nos han acompañado siempre. Hace unos días me desperté con la muerte de Pablo Milanés y me di cuenta de que, aunque no puedo asociar muchas de sus letras a momentos concretos de mi vida, esa incapacidad para agarrarme a un recuerdo y adherirlo a una canción, a un disco, lo situaba en un lugar privilegiado. Pablo se había convertido en parte de mí, porque no me había abandonado desde aquella vez en que alguno de sus temas invadió el pequeño piso de barriada en el que viví parte de mi infancia. Es difícil describir el dolor que sentimos cuando despedimos a alguien a quien admiramos, alguien que...