Al principio sus reportajes parecían demasiado tendenciosos y su actitud propia de aquellos que, a sabiendas de que tienen la verdad aprendida, acuden a donde sea solo para confirmarla. Sus preguntas se anticipaban a las respuestas y su voz delataba ese tono que solo da la superioridad moral. Decían que estaba revolucionando la profesión, devolviéndole la dignidad a un oficio denostado por unos y otros, y demostrando que la información, tratada por profesionales, puede emitirse por televisión en horario de máxima audiencia porque no solo es necesaria, sino rentable. Así, en poco tiempo pasó de ser cómico a hacer periodismo de autor. Su programa llegaba cada domingo a nuestras televisiones y a nuestro Twitter en forma de trending topic. Los temas siempre eran de actualidad y las entrevistas, cada vez más variadas y completas. Seguía siendo un showman, pero de otro tipo. Todo iba bien hasta que se le ocurrió que una versión de la Operación Luna podía triunfar en España, ...