Antes de que muriera su madre, Mary Karr (Grove, Rexas, 1955) decidió que convertiría su infancia en unas memorias. Tuvo claro que no recurriría a la imaginación y que optaría por la narración en primera persona cuando el obrero que estaba reformándole la cocina a su madre localizó una muesca en un azulejo y, después de examinarla, dijo: “Señora Karr, ¡esto parece un agujero de bala!”. Su hermana añadió: “¿Eso no es de cuando le disparaste a papá?”. Hay infancias de las que no se sale. Mary Karr lo consiguió. Fue capaz de alejarse lo suficiente de aquellos años en los que ella y su hermana tenían que ingeniárselas para sobrevivir con dos padres alcohólicos. Su terapia consistió en transformar esos recuerdos en una historia que conmovió a millones de lectores en todo el mundo. Algunos habían vivido infancias trágicas, otros no. No importaba, porque a pesar de las desgracias que Karr relata en ‘El club de los mentirosos’ (Periférica & Errata Naturae, 2017), su mensaje ib...