Ir al contenido principal

La politización de Twitter (o el poco sentido de lo público que tenemos)

Menos política y más políticas. El debate del estado de la nacionalidad canaria se celebró la semana pasada en el Parlamento, pero también en internet. El presidente del Gobierno y los portavoces acudieron al edificio de Teobaldo Power con el mismo objetivo de siempre: convencer a sus acólitos de sus verdades sin matices, de sus luces sin sombras, de que su fe es la correcta. En las redes sociales ocurrió algo parecido. La etiqueta impulsada desde Presidencia del Gobierno para seguir y comentar el debate fue #DNC14 y se utilizó hasta en 4.755 ocasiones, según la empresa especializada MMI Canarias. El hashtag, liderado por Presidencia del Gobierno, fue tendencia en la red social de microblogging. De hecho, se convirtió en trending topic. Pero, ¿quién participó en esa conversación cibernética? Y lo más importante: ¿cómo?

Casi todas las instituciones públicas han entendido que las nuevas tecnologías han transformado profundamente la manera de relacionarse con los ciudadanos. Lo que se han negado a comprender, tanto en la realidad como en el mundo virtual, es que las administraciones públicas existen para prestar servicios y no para actuar como brazos políticos del partido de turno que esté en el poder (y en nuestro caso no hay muchos turnos).

Durante los días que duró el debate, varias consejerías se dedicaron a retuitear (compartir) o a narrar en directo parte del discurso del presidente Paulino Rivero. En el timeline de las consejerías se podían leer mensajes criticando la gestión del gobierno de Mariano Rajoy y la postura de sus compañeros de misión en Canarias, y promesas propias de cualquier campaña electoral. A veces los retuits estaban relacionados con la actividad de la consejerías y otras no.

Esa ignorancia manifiesta sobre el sentido de lo público me ha recordado la sincera denuncia que hacía Antonio Muñoz Molina en Todo lo que era sólido. Decía el escritor que la carrera administrativa desapareció de los programas electorales a finales de los 70 y principios de los 80, época en que se optó por leyes más elásticas bajo la premisa de acabar con la eternización de la burocracia. Al mismo tiempo, sin embargo, se empezaron a suprimir los mecanismos de control que tenían que garantizar la calidad de la democracia. Todavía estamos pagando ese olvido. Twitter es solo un ejemplo, pero cuanto más politizada esté una administración “menos continuidad habrá en proyectos que deberían ser a largo plazo” y menos personas capaces seguirán luchando, porque “quien por integridad personal y por vocación hace bien su trabajo comprende que daría lo mismo que lo hiciera mal, e incluso cumpliendo con su deber se gana el rechazo de los que mandan”.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mezquino azar

En las estanterías de cualquier bazar, situado en una céntrica calle de una capital europea, se amontonan las baratijas más variadas. Todas ellas, señuelos de la identidad de los países, sustentan la pequeña economía impulsada por los turistas desmemoriados. Una flamenca, un toro y una tortilla. Una Torre Eiffel, un Arco del Triunfo o el Moulin Rouge. El Coliseo, Vittorio Emanuele o Piazza Navona. La ingeniería de la miniatura es capaz de albergar cualquier símbolo con esencia patriótica. Si uno busca más allá de esos muestrarios que creen constreñir la esencia cosmopolita, se pueden hallar, también, creaciones más localistas. Una cutre Sagrada Familia o un Miró a pequeña escala pueden terminar en el salón de casa. Todas, amontonadas en cualquier esquina, están buscando con afán atraer la mirada del espectador, engatusarlo. Justo lo que intenta hoy hacer el nacionalismo. Lo que nadie se imagina es al vendedor, herramienta indispensable de este mercado, obligando a pagar por un trozo de...

Por qué García Márquez odiaba las entrevistas

A Gabo no le gustaban las entrevistas. Hace años contó por qué. Se dio cuenta de que las entrevistas habían pasado a ser parte absoluta de la ficción, y que en ese camino, además de perder originalidad, se había permitido que aflorara la más burda manipulación. No sé exactamente la fecha, pero sí que han pasado ya más de 30 años desde que el Nobel de Literatura argumentara sus consideraciones acerca de este género informativo. Sus pensamientos sobre este asunto y de otros han quedado recogidos en un maravilloso libro, Notas de prensa. Obra periodística (1961-1984). Detro de él hay dos textos en los que el colombiano reconoce su aversión a las entrevistas. Se titulan ¿Una entrevista? No, gracias y Está bien, hablemos de literatura . En el primero de ellos insiste en la necesidad de la complicidad, algo que hoy aterra a los periodistas de raza. “El género de la entrevista abandonó hace mucho tiempo los predios rigurosos del periodismo para internarse con patente de corso en los mangl...

Mi tarde con Antonio Cubillo

Hablé varias veces por teléfono con él antes de ir a su casa. Siempre me dio la impresión de que era un hombre huraño, desconfiado y suspicaz. Quería saber con exactitud el motivo de mi entrevista. Reconozco que estaba nerviosa aquella tarde de julio, pero era un hombre al que tenía que conocer si quería reconstruir parte de la historia reciente de Canarias. Sobre todo si quería conocer cómo este personaje había conseguido que Canarias condicionara la política española. Pero casi tres horas de charla no dan para mucho si una tiene delante a este hombre. Nunca termina de contarte todo lo que vivió. A pesar de todas los actos reprobables que haya podido cometer, cada vez que Antonio Cubillo me viene a la cabeza pienso en algo que me dijo aquella tarde. Entre los atentados del MPAIAC, las críticas a la OTAN, la tragedia de Los Rodeos, su relación con la Pasionaria, el enfado con Carrillo (que lo llamó pequeño burgués), su encuentro con el Che y las huelgas obreras, Cubillo me habló muc...