Ir al contenido principal

Desahucios hospitalarios

No está muy claro quién hizo el cálculo, pero el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, anunció a principios de esta semana que en los hospitales de las Islas hay 400 camas ocupadas por pacientes que ya han recibido el alta. El dirigente nacionalista, al que automáticamente se le acusó de vincular esa situación con la desastrosa gestión de la sanidad pública, llamó la atención sobre un problema muy grave y que irá empeorando a medida que pasen los años: qué futuro tienen los enfermos crónicos, los dependientes y todos los jubilados que malviven. Es decir, qué hacemos cuando nos hacemos viejos.

Su intervención, más o menos acertada según los gustos, habría salido en medios nacionales de cualquier forma, pero la repercusión tuvo mucho que ver con su definición de esta realidad. “Se trata de un problema cultural y nuevo”, aclaró. Es curioso. Numerosos organismos nacionales y foráneos llevan años alertando de las consecuencias del envejecimiento de la población. Antes de la crisis ya sabíamos que la esperanza de vida no dejaba de aumentar en los países desarrollados mientras descendía vertiginosamente la natalidad. Además, ahora, cinco años después de que la tormenta financiera empezara a descargar, la desigualdad se ha apoderado del debate público. España es el país donde más se empobrecen los pobres, por mucho que Mariano Rajoy dude del coeficiente Gini, el indicador usado internacionalmente para medir la desigualdad. Y esa certeza, corroborada por expertos, no es solo consecuencia de que nuestros bolsillos cada vez están más vacíos: es el resultado del sostenimiento de una determinada estructura económica y de la forma de gestionar esa crisis. Son los efectos de recortar el estado de bienestar.

En un debate reciente entre Irene Lozano, Félix de Azúa y José A. Rojo sobre el papel de los intelectuales publicado en la revista Letras Libres del mes de enero, la escritora decía: “El conocimiento técnico es importante para tomar decisiones. Pero la gran diferencia entre el intelectual y el experto es que el primero te da una visión moral, aunque en estos tiempos suene algo antiguo. No la visión utilitaria, sino las consecuencias que tienen las cosas más allá de lo que es práctico”.
Es interesante reflexionar sobre el papel de intelectuales y expertos. La tragedia, sin embargo, es evidente cuando ni los unos ni están ni se les espera en los puestos de responsabilidad. Y afecta a la infancia, a la juventud y a la vejez.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mezquino azar

En las estanterías de cualquier bazar, situado en una céntrica calle de una capital europea, se amontonan las baratijas más variadas. Todas ellas, señuelos de la identidad de los países, sustentan la pequeña economía impulsada por los turistas desmemoriados. Una flamenca, un toro y una tortilla. Una Torre Eiffel, un Arco del Triunfo o el Moulin Rouge. El Coliseo, Vittorio Emanuele o Piazza Navona. La ingeniería de la miniatura es capaz de albergar cualquier símbolo con esencia patriótica. Si uno busca más allá de esos muestrarios que creen constreñir la esencia cosmopolita, se pueden hallar, también, creaciones más localistas. Una cutre Sagrada Familia o un Miró a pequeña escala pueden terminar en el salón de casa. Todas, amontonadas en cualquier esquina, están buscando con afán atraer la mirada del espectador, engatusarlo. Justo lo que intenta hoy hacer el nacionalismo. Lo que nadie se imagina es al vendedor, herramienta indispensable de este mercado, obligando a pagar por un trozo de...

Por qué García Márquez odiaba las entrevistas

A Gabo no le gustaban las entrevistas. Hace años contó por qué. Se dio cuenta de que las entrevistas habían pasado a ser parte absoluta de la ficción, y que en ese camino, además de perder originalidad, se había permitido que aflorara la más burda manipulación. No sé exactamente la fecha, pero sí que han pasado ya más de 30 años desde que el Nobel de Literatura argumentara sus consideraciones acerca de este género informativo. Sus pensamientos sobre este asunto y de otros han quedado recogidos en un maravilloso libro, Notas de prensa. Obra periodística (1961-1984). Detro de él hay dos textos en los que el colombiano reconoce su aversión a las entrevistas. Se titulan ¿Una entrevista? No, gracias y Está bien, hablemos de literatura . En el primero de ellos insiste en la necesidad de la complicidad, algo que hoy aterra a los periodistas de raza. “El género de la entrevista abandonó hace mucho tiempo los predios rigurosos del periodismo para internarse con patente de corso en los mangl...

Mi tarde con Antonio Cubillo

Hablé varias veces por teléfono con él antes de ir a su casa. Siempre me dio la impresión de que era un hombre huraño, desconfiado y suspicaz. Quería saber con exactitud el motivo de mi entrevista. Reconozco que estaba nerviosa aquella tarde de julio, pero era un hombre al que tenía que conocer si quería reconstruir parte de la historia reciente de Canarias. Sobre todo si quería conocer cómo este personaje había conseguido que Canarias condicionara la política española. Pero casi tres horas de charla no dan para mucho si una tiene delante a este hombre. Nunca termina de contarte todo lo que vivió. A pesar de todas los actos reprobables que haya podido cometer, cada vez que Antonio Cubillo me viene a la cabeza pienso en algo que me dijo aquella tarde. Entre los atentados del MPAIAC, las críticas a la OTAN, la tragedia de Los Rodeos, su relación con la Pasionaria, el enfado con Carrillo (que lo llamó pequeño burgués), su encuentro con el Che y las huelgas obreras, Cubillo me habló muc...