Un incremento de asistencia de un 550% de un lunes a otro. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero en el caso del cine -que esta semana anda de celebración- los datos son más impactantes que las imágenes de largas colas que han alegrado las secciones de Cultura de los periódicos. No es la primera vez que ocurre. Una vez al año, desde hace cinco, las salas se unen en su lucha contra el descenso de espectadores y venden entradas a bajo coste. En esta ocasión, en plena crisis y con la austeridad dictando las prioridades, un millón y medio de personas solicitaron su acreditación para escaparse de la rutina y colarse en una de las salas adheridas a la iniciativa.
El breve paréntesis, que solo se prolonga durante tres días, demuestra que las declaraciones recientes del ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, -“yo no habría subido el IVA pero el verdadero problema es la piratería”- son, como mínimo, discutibles. El precio influye tanto como la defensa personal y colectiva que hagamos de la cultura. Por eso, la masiva asistencia es como un oasis en medio del desierto. Hace que olvidemos, durante algunos días, que los Renoir Price ya no ofrecen películas en versión original y que ver una película extranjera sin doblar solo es posible en alguno de los reducidos pases de la Filmoteca Canaria y en TEA Tenerife Espacio de las Artes. O que meses atrás, para ahorrar, muchos cines decidieron vender entradas en la cantina, en lugar de en las taquillas. Sin embargo, cuando la Fiesta del Cine llega a su fin, la crisis vuelve a instalarse con fuerza en las salas, nos recuerda que los Renoir están agonizando en la calle Salamanca, y en otras muchas calles españolas, y que el TEA batalla cada día por mantener una programación estable.
Pero la crisis de la industria no solo reduce las oportunidades de adentrarnos en mentes ajenas y vivir otras vidas. También hace que miles de películas ni siquiera lleguen a aterrizar en nuestras islas. Por eso, hoy más que nunca, hay que agarrarse a experiencias que duran un par de días. Una de ellas tuvo lugar el fin de semana pasado. El TEA ofreció seis pases de The act of killing, una crónica del horror que recorrió Indonesia en los años 60 y su vigencia hoy. Hay otras películas, otros documentales, que no pueden derribar la frontera que estamos construyendo. El consuelo de los ignorantes es que para verlas no tendremos que viajar porque siempre nos quedará la piratería. Lo que yo me pregunto es si quedarán películas por las que hacer cola.
El breve paréntesis, que solo se prolonga durante tres días, demuestra que las declaraciones recientes del ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, -“yo no habría subido el IVA pero el verdadero problema es la piratería”- son, como mínimo, discutibles. El precio influye tanto como la defensa personal y colectiva que hagamos de la cultura. Por eso, la masiva asistencia es como un oasis en medio del desierto. Hace que olvidemos, durante algunos días, que los Renoir Price ya no ofrecen películas en versión original y que ver una película extranjera sin doblar solo es posible en alguno de los reducidos pases de la Filmoteca Canaria y en TEA Tenerife Espacio de las Artes. O que meses atrás, para ahorrar, muchos cines decidieron vender entradas en la cantina, en lugar de en las taquillas. Sin embargo, cuando la Fiesta del Cine llega a su fin, la crisis vuelve a instalarse con fuerza en las salas, nos recuerda que los Renoir están agonizando en la calle Salamanca, y en otras muchas calles españolas, y que el TEA batalla cada día por mantener una programación estable.
Pero la crisis de la industria no solo reduce las oportunidades de adentrarnos en mentes ajenas y vivir otras vidas. También hace que miles de películas ni siquiera lleguen a aterrizar en nuestras islas. Por eso, hoy más que nunca, hay que agarrarse a experiencias que duran un par de días. Una de ellas tuvo lugar el fin de semana pasado. El TEA ofreció seis pases de The act of killing, una crónica del horror que recorrió Indonesia en los años 60 y su vigencia hoy. Hay otras películas, otros documentales, que no pueden derribar la frontera que estamos construyendo. El consuelo de los ignorantes es que para verlas no tendremos que viajar porque siempre nos quedará la piratería. Lo que yo me pregunto es si quedarán películas por las que hacer cola.
Buen artículo! Eso de la piratería me recuerda cuando me bajé de internet todas las pelis de Harry el Sucio.. Me gustaron tanto que al tiempo acabé comprándome la cajita de dvds de coleccionista con librito, fotos, etc., me gasté una fortuna! Según como se mire, la piratería puede inducir al consumo y dar de comer al sector.. jejeje..
ResponderEliminarUn saludo desde www.examendenaturales.blogspot.com
A mí la piratería también me sirve como incentivo: descubro y sigo comprando. Ojalá se contagie más, pero me temo que el #todogratis es un problema que va más allá, porque es de mentalidad. Gracias por leerme :) . Un saludo.
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