Recibió el galardón de Cannes al mejor guion pero no llegó a ser estrenada en su país. Un toque de violencia, la película del director Jia Zhang-ke, cuya censura fue denunciada por muchos de sus compañeros en la versión china de los Oscar y se estrenó este fin de semana en Tenerife Espacio de las Artes, es una dura crítica a la corrupción imperante en un país que no deja de crecer, pero donde una inmensa mayoría de la población vive en la miseria.
El filme, compuesto de varias historias, tiene un objetivo claro: denunciar los efectos de la desigualdad en una de las economías más potentes del mundo. Los cuatro casos que se desarrrollan en las más de dos horas que dura la película están basados en hechos reales, pero no lo parecen. En cada uno de ellos se muestra cómo la opresión que sufren millones de chinos por la corrupción generalizada termina alumbrando situaciones dramáticas. Todas las historias son trágicas cuando comienzan, pero son devastadoras cuando llegan a su fin. Las imágenes muestran un país enorme y sórdido, donde la desbordante suciedad de los pueblos y las ciudades está al mismo nivel que la podredumbre moral.
La película termina con un espectáculo que tiene lugar sobre un escenario cutre en alguna aldea perdida. La protagonista pregunta: ¿Entiendes tu violencia? No hay respuesta, solo el fundido en negro. La violencia que se proyecta es siempre la de esos pobres desgraciados que, condenados a tener una vida indigna, un día estallan. Sin embargo, la pregunta va más allá, y quizás eso haya sido lo que tanto ha molestado a las autoridades chinas. Se refiere a esa violencia sin armas que puede ejercer un estado. El mensaje de Jia Zhang-ke es un poco redundante, pero no está de más recordarlo en estos tiempos en los que China se vende casi como un sistema modélico y su entrada en la globalización económica se relaciona directamente con el descenso del número de pobres en el mundo. La brecha que deja a su camino es cruel e inhumana, pero también peligrosa.
Comentarios
Publicar un comentario