Lo peor del periodismo son los lectores”. Lo dijo Enric González hace algunos meses en una entrevista. No importa qué periódico lea una cada mañana o en cuál escriba. Cuando llega al final de cualquier información y comienza a leer la ristra de mensajes groseros siempre acaba preguntándose lo mismo: ¿a esto se referían cuando decían que la democracia no era solo ir votar cada cuatro años?
La crítica de Enric González tiene varias cosas buenas. La primera es que la hace un periodista, es decir, alguien que sabe perfectamente qué es preparar un tema con esmero y dedicación y que un anónimo visitante destroce todo tu trabajo imaginando conspiraciones inexistentes o atacando tu capacidad intelectual. La segunda, que los periodistas, por obligación profesional y, en teoría, vocación, estamos destinados a ser lectores empedernidos de diarios, aunque no siempre lo seamos. Somos, por tanto, tan críticos como criticables.
Estos días me ha venido a la memoria aquel momento de valentía, cobardía y miedo -todo a la vez- del conocido periodista. Supuse que nuestro presidente Mariano Rajoy pensaría lo mismo mientras intentaba sortear todos las acusaciones del extesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas.
Lo imagino pensando: “Lo peor de la democracia son los ciudadanos”. Sobre todo cuando tienes mayoría absoluta y alguien se empeña en recordarte que la legitimidad no se consigue sólo en las urnas, que la credibilidad se pierde cuando mientes, ignoras y menosprecias a tu pueblo.
Como periodista y como lectora de periódicos coincido con Enric. Lo peor son los lectores. Los lectores que no nos gustan, claro. Los que se dedican a usar Facebook, Twitter y el espacio de comentarios de la web del diario para acabar con tu autoestima. Para mi sorpresa también coincido con Mariano: lo peor de la democracia también son los ciudadanos/votantes, aquellos que eligieron un gobierno que no me representa.
El problema es que no puedo sostener ninguna de estas afirmaciones durante mucho tiempo si quiero seguir pensando que no hay democracia sin ciudadanos y que no hay periódicos sin lectores.
La crítica de Enric González tiene varias cosas buenas. La primera es que la hace un periodista, es decir, alguien que sabe perfectamente qué es preparar un tema con esmero y dedicación y que un anónimo visitante destroce todo tu trabajo imaginando conspiraciones inexistentes o atacando tu capacidad intelectual. La segunda, que los periodistas, por obligación profesional y, en teoría, vocación, estamos destinados a ser lectores empedernidos de diarios, aunque no siempre lo seamos. Somos, por tanto, tan críticos como criticables.
Estos días me ha venido a la memoria aquel momento de valentía, cobardía y miedo -todo a la vez- del conocido periodista. Supuse que nuestro presidente Mariano Rajoy pensaría lo mismo mientras intentaba sortear todos las acusaciones del extesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas.
Lo imagino pensando: “Lo peor de la democracia son los ciudadanos”. Sobre todo cuando tienes mayoría absoluta y alguien se empeña en recordarte que la legitimidad no se consigue sólo en las urnas, que la credibilidad se pierde cuando mientes, ignoras y menosprecias a tu pueblo.
Como periodista y como lectora de periódicos coincido con Enric. Lo peor son los lectores. Los lectores que no nos gustan, claro. Los que se dedican a usar Facebook, Twitter y el espacio de comentarios de la web del diario para acabar con tu autoestima. Para mi sorpresa también coincido con Mariano: lo peor de la democracia también son los ciudadanos/votantes, aquellos que eligieron un gobierno que no me representa.
El problema es que no puedo sostener ninguna de estas afirmaciones durante mucho tiempo si quiero seguir pensando que no hay democracia sin ciudadanos y que no hay periódicos sin lectores.
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