Me fui a Sevilla a estudiar Periodismo hace once años. Entonces no lo sabía, pero tuve mucha suerte. Después de mirar la oferta de muchas universidades pude elegir dónde quería estudiar. No siempre fue así. Uno estudiaba donde nacía, y no era una cuestión estrictamente económica. Te correspondía una universidad igual que te tocaba un colegio en función de dónde vivieras. En Tenerife solo había una universidad, pero en Madrid o en Barcelona la oferta era más amplia. El acceso venía determinado por el lugar donde se hubiera estudiado el COU, ya que cada universidad tenía adjudicados una serie de distritos escolares. En 1986 todo eso cambió: se aprobó un decreto que permitía que cada alumno pudiera elegir dónde se matriculaba: en Madrid, se escogía entre la Complutense, la Politécnica o la de Alcalá de Henares; en Barcelona, entre la Politécnica y la Autónoma. Entonces era una fórmula para luchar contra la masificación de las aulas en las principales comunidades españolas. También el inicio de un profundo cambio que democratizó la enseñanza superior. Se le llamó distrito universitario único.
La Universidad española, inmersa en este proceso de cambio, se marcó poco después otro reto: conseguir que los estudiantes pudieran estudiar en cualquier universidad española sin necesidad de engañar al sistema empadronándose en la ciudad donde se quería estudiar. Entonces había tantas "selectividades" como comunidades autónomas con universidad: se tenía que homogeneizar el acceso a la universidad pública española. El presidente español, Mariano Rajoy, sabe mucho de esto. Era ministro de Educación en 1999, cuando se emprendió una reforma que culminaría en 2001. A partir de esta transformación cada universidad tuvo la obligación de reservar un porcentaje de plazas para alumnos que vinieran de otras comunidades. Se empezó con un 5% y Cataluña se enfrentó en los tribunales al gobierno, al que acusó de no respetar sus competencias autonómicas. En aquella época esas plazas no se cubrían: ¿quién podía estudiar fuera? Estaba por llegar el debate sobre las becas, pero esa es otra historia.
Hoy la Prueba de Acceso a la Universidad es la misma en toda España y los estudiantes pueden matricularse en la universidad que quieran en las mismas condiciones. Si la renta no lo impide, tienen más oportunidades de desarrollar su vocación. Lo único que marca la diferencia es la nota. Se llama distrito abierto.
El camino todavía no ha terminado. El siguiente paso es conseguir una especie de "distrito europeo". De eso también trata el plan Bolonia, de favorecer la movilidad y de crear un sistema tan diverso y rico como es el estadounidense, pero esa también es otra historia.
Las universidades canarias tendrán aspectos que mejorar. Lo dicen los ránkings. Eso me preocupa, pero me preocupa más saber si serán capaces de cambiar la mentalidad. También si lo harán nuestros políticos. Llevamos una semana hablando del pleito insular y del distrito único, pero no nos hemos preguntado lo más importante: hoy que te puedes matricular en practicamente cualquier universidad sin moverte de tu casa, que la realidad canaria y española tiene poco que ver con la realidad de hace 20 años, ¿tiene sentido el distrito único en Canarias? Cuando en España se habló de distrito único por primera vez se quería democratizar el sistema y mejorarlo. Aquí sólo se habla de agilizar los trámites y de armonizar el acceso. Es importante, pero ¿lo es tanto como para aparecer en portada de todos los periódicos? ¿En serio?
Lo paradójico es que, mientras este absurdo debate sigue, el Gobierno de España ha implantado una subida de tasas universitaria criminal. A lo largo de todas estas décadas no solo ha cambiado la fórmula de acceso a la universidad española. Ha cambiado la propia universidad. Hoy, a pesar de todos los peros, es más grande, mejor y tiene más alumnos. ¿Por qué? Porque el mapamundi universitario español ha cambiado al mismo ritmo que ha crecido la clase media española. Y eso es lo que está en juego hoy. Cuando los gobiernos autonómicos apenas tienen margen de maniobra y los cabildos hacen malabares con sus presupuestos, nosotros miramos para otro lado. A mí me preocupa mucho más otra cuestión: cuántos canarios podrán permitirse estudiar en la universidad. Estamos hablando de un territorio fragmentado y de la comunidad con más índice de paro y con un crecimiento descomunal de las familias que tienen a todos sus miembros desempleados. A ello hay que sumarle que el ministro de Educación, José Ignacio Wert, ha hablado ya de ligar las becas más al rendimiento (y no solo a la renta). ¿Los cabildos seguirán compensando a las familias? ¿Cuántas becas dará el gobierno autonómico? ¿Cuántos chicos no irán a la universidad? ¿Vivimos en una democracia real cuando el acceso a la educación está restringido? Señores, aquí está el verdadero debate.
Creo que los que no tienen ni margen de maniobra ni capacidad para hacer malabares con sus presupuestos son las clases medias, que irán decreciendo poco a poco, aumentando cada vez más las diferencias sociales, no solo las educativas. Y en Canarias todavía más.
ResponderEliminar