El periodismo está en crisis. Es culpa de la tecnología –no hemos sabido adaptarnos a los nuevos formatos y a la inmediatez- y de la caída de la publicidad –los empresarios no tienen capacidad de invertir y la dependencia de las administraciones sube-. Los periodistas conocemos de memoria el diagnóstico de la crisis de nuestra profesión. Somos capaces de enumerar los factores que nos han conducido a esta situación, aunque sigamos sin saber cómo salir de ella. Pero, ¿es el único que explica que la calidad haya bajado? ¿Cómo está influyendo nuestro cansancio?
El periodista Martín Caparrós suele decir que hay que hacer periodismo contra “lagente”. Él dice lagente, todo junto. Me explicó por qué en una entrevista que le hice hace un par de años, cuando vino a Tenerife a participar en el foro Enciende la Tierra, de la Fundación CajaCanarias. No sé si quería ponerme a prueba, pero me citó a las ocho de la mañana en su hotel, un festivo como hoy.
“Suelo escribir lagente, así, todo junto –me dijo-, para subrayar el hecho de que es un concepto propio, pero es que, además, si uno ve lo que la gente favorece en los medios, las listas de lo más leído, se mata, se dedica a la noble profesión de la peluquería, la carnicería o los asaltos a bancos, pero deja esta tontería. Todas las listas de lo más leído son en plan ‘las diez mujeres con las tetas más grandes de no sé dónde’, ‘los cinco hombres más ricos de no sé qué sitio’… Si vamos a decidir qué hacemos en función de lagente, busquémonos otro oficio. Yo creo cada vez más que hay que hacer periodismo contra lagente. No darle al público lo que quiere, sino darle al público lo que creemos que hay que hacer. Lo importante es lo que nosotros consideramos que debe ser dicho. Luego, si no hay quien lo escuche habrá que ver qué pasa”.
Hacer periodismo al revés, para lagente, supone escribir textos cortos y simples, accesibles, de un día para otro, en redacciones cada vez más cansadas y con menos recursos. No importa que gran parte de lagente que es capaz de anticipar y explicar la muerte de la prensa nunca haya comprado un periódico.
Leila Guerriero, también periodista argentina, escribió hace poco en su blog de El Mercurio sobre la crisis de la que, a su juicio, nadie habla: la frustración. “Hay dos historias relacionadas con Einstein. Según una de ellas, una vez un periodista le preguntó si podía explicar la teoría de la relatividad. Einstein le dijo: "¿Usted me puede explicar cómo se fríe un huevo?". El periodista le dijo que sí y Einstein le respondió: "Hágalo, pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego". Según la otra, un interlocutor le pidió lo mismo: que explicara la teoría de la relatividad. Einstein lo hizo, pero su interlocutor seguía sin entender. Simplificó más y más la explicación, hasta que su interlocutor exclamó: "¡Ahora la entendí". Entonces Einstein le dijo: "Bueno, pero ahora ya no es más la teoría de la relatividad".
El periodismo intenta contar realidades complejas, subrayaba Guerriero. “El reduccionismo, el apuro y los textos cada vez más cortos hacen que esas realidades, reflejadas en espejos urgentes y enanos, se deformen: sean algo parecido a la realidad, pero no la realidad. No sé cómo empezó, pero fue una gran idea: la tan ansiada aniquilación de la prensa no llegó desde afuera, sino desde su corazón, su hígado. La frustración envenena el ánimo, mina el entusiasmo, convierte a periodistas serios en publicadores hastiados. El antídoto está, como el veneno, en nosotros mismos. Es una batalla de cazadores solitarios y tenemos todas las garantías de perderla. Pero hay batallas que se pelean aunque estén perdidas. Sobre todo cuando están perdidas”.
Al final, hacer periodismo para lagente es hacer periodismo contra los periodistas. Y así también nos cargamos la libertad de prensa.
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