Sami Naïr: “Hay 7.000 campos de concentración financiados por Europa para evitar la entrada de inmigrantes”
Sami Naïr (Argelia, 23 de agosto de 1946) responde con la misma amabilidad a un periodista curtido en el oficio que a una estudiante que ha vuelto a las aulas para estudiar un Máster de Relaciones Internacionales. No dice que no a una entrevista. Saca tiempo y, como un profesor vocacional, te enseña muchas de las cosas que ha aprendido a lo largo de una vida dedicada a la política y la filosofía. Seguramente lo hace porque que cree firmemente en la necesidad de construir una globalización nueva a través del conocimiento. El 13 de julio, dos días antes de impartir la conferencia inaugural de la Universidad de Verano de Adeje, el creador del concepto de “codesarrollo” tuvo tiempo para hablar de asuntos que no son de estricta actualidad, pero que tienen mucho que ver con su principal interés –los movimientos migratorios- y que serán fundamentales en el futuro de Canarias y del mundo.
¿España hace políticas de desarrollo o política exterior con el desarrollo?
España hace una política exterior de cooperación e intenta hacer una política de codesarrollo. Eso no va a durar, porque si la situación política cambia veremos desaparecer todas las pequeñas políticas de codesarrollo puestas en marcha durante los últimos años. Eso me parece prácticamente inevitable, salvo si los nuevos gobernantes toman conciencia de la necesidad de seguir ayudando a los países fronterizos.
¿Pero España solo hace esa política de codesarrollo con los países fronterizos, o también con las antiguas colonias o los países con los que tiene una relación histórica?
La política de codesarrollo se realiza en función de dos criterios. El primero es la procedencia de los inmigrantes. Si tenemos aquí una comunidad importante de dominicanos, colombianos o marroquíes, tenemos que desarrollar con esos países una política de codesarrollo. Es así por una razón muy sencilla: no se puede hacer una política de codesarrollo sin la participación de los mismos inmigrantes. Los inmigrantes marroquíes, por ejemplo, pueden desempeñar hoy un papel importante para desarrollar en su país proyectos económicos importantes que puedan estabilizar sus países o las poblaciones de donde vienen. El segundo criterio es una política al desarrollo de todos los países que lo necesitan para evitar nuevos flujos migratorios. Eso España no lo puede hacer sola, necesita al menos una política europea. Pero decir eso ahora mismo es como pescar sin agua, como dice una expresión francesa, porque la crisis de la Unión Europea es muy fuerte y la crisis económica ha puesto en evidencia la inexistencia de una política común europea.
¿Cómo cree que han funcionado los planes África que ha hecho España?
Hago un balance bastante moderado de los proyectos de España con África. Han funcionado para estabilizar los efectos, pero no han actuado sobre las causas. Podemos dar dinero para desarrollar algunos proyectos en Senegal, Mauritania, Costa de Marfil, etc., pero eso ha estabilizado los flujos inmediatos y no ha tenido consecuencias sobre las causas profundas. Basta dejar de contribuir a estos microproyectos para que los flujos vuelvan a desarrollarse, mientras que una ayuda verdadera sería actuar sobre las causas, que no solo son el desarrollo económico, sino también el político. Ahora vemos, por ejemplo, que con los países del Magreb los movimientos sociales han tomado como objetivo propio el desarrollar sistemas políticos democráticos que les permitan luchar para transformar su situación. La inmigración viene también de los estados dictatoriales; cuando no hay posibilidad de desarrollar la democracia y de luchar para transformar la situación, la gente huye, como ocurría en España durante el franquismo. Es exactamente lo que está ocurriendo en estos países.
¿Cree que las remesas que envían los inmigrantes ayudan más que la propia ayuda al desarrollo?
No hay comparación. Son mucho más importantes y ayudan más que la ayuda al desarrollo, pero, como siempre, actúan sobre los efectos. No es una ayuda productiva. Permite a las familias comer y pagar la escuela, pero no se transforma en capital. Lo importante es crear instituciones financieras para poder transformar ese dinero en capital para invertir en grandes empresas productivas que creen empleo y puedan ofrecer a la gente un proyecto de vida permanente mas allá de los efectos inmediatos. El problema de las remesas no es que no sean importantes: son muy importantes, pero no tienen un contenido productivo.
Usted apoyó la intervención en Libia. Además de que la resolución no se está cumpliendo en sus términos, ¿cómo es posible que países que la respaldaron cierren ahora sus fronteras a la inmigración que provoca el conflicto?
Apoyé la intervención no para cambiar el régimen, sino para detener la destrucción de una parte de la población por parte del régimen dictatorial y tiránico de Libia. Recuerdo que fue el mismo régimen el que empezó a matar a la gente cuando empezaron a manifestarse por sus derechos democráticos. Para mí era una ayuda a personas en peligro, nada más. La resolución decía que había que proteger a esa población, que se armó para luchar contra el régimen. En las regiones liberadas por la oposición hay muchos movimientos políticos, aunque se peleen entre ellos. En las controladas por Gadafi hay una dictadura y matan a la gente. Ahora, la intervención no se hizo de manera racional, inteligente y con un proyecto político claro. Fue Sarkozy quien la decidió con Cameron para que la sociedad se olvidara de su comportamiento en Túnez y Egipto, donde apoyaron hasta el último momentos a los dictadores. Al ver que se produjo en esos dos países una victoria de los movimientos democráticos, dieron un giro de 180 grados. Los ingleses apoyaron la resolución de la ONU y entraron a bombardear. Hemos visto que la UE no ha tenido un papel en este proceso. Hay 60.000 soldados de la UE y no han movido un dedo. Los bombardeos vienen de los aviones franceses, ingleses, sobre todo, e italianos, aunque estos últimos son prácticamente nulos. La OTAN entró en el juego pero más para estabilizar la situación que para buscar una salida militar. Si la OTAN quiere puede destrozar el régimen de Gadafi en dos días, pero no quiso hacerlo, porque vio que el movimiento se está desarrollando en todas partes y que pone en peligro a aliados históricos de EEUU, como Arabia Saudí o Siria. Pensaron que había que tranquilizar la situación, porque si no se les iba a escapar de las manos. Probablemente se va a encontrar una solución negociada entre la oposición y el régimen para la salida de Gadafi, pero estoy seguro de que será una solución provisional, porque seguramente el país va a entrar en guerra civil por la incapacidad de la UE y la OTAN y la improvisación de Francia e Inglaterra.
¿Por qué no se da asilo también a la gente que viene huyendo del hambre?
Para la UE la inmigración no es un problema humano, es un mercado. Ven las cosas así: hay un mercado mundial de fuerza de trabajo, y cuando la necesitamos la hacemos llegar y cuando no la echamos. Cuando la necesitamos podemos usar esa mano de obra con sueldos basura y esa gente puede vivir en condiciones infrahumanas y aceptar el racismo y la xenofobia sin reclamar. Cuando no los necesitamos, decimos que se aprovechan de los seguros sociales y que nos roban el trabajo. La visión es estrictamente mercantil.
Pero ese discurso ni siquiera le interesa a Europa. ¿Cuántos inmigrantes necesitará durante los próximos años?
Se trata de un mercado migratorio, no de la inmigración. La inmigración son seres humanos, y los seres humanos no interesan. En los países del entorno de Europa hay más de 7.000 campos de internamiento. Es la teoría de los tres círculos. En todas estas regiones, incluso en Asia, hay campos financiados por la UE para evitar la salida de inmigrantes. Los hay en Marruecos, en Argelia, en Túnez… El régimen de Gadafi era de los peores. Organizaba la acogida de inmigrantes en el Sáhara, donde vivían en condiciones horrorosas. En Malta, por ejemplo, se hacinaban sesenta o setenta personas en habitaciones donde cabían diez, incluso con niños. Los representantes de la UE van a esos países con sus maletas y piden la salida para sus países de los trabajadores que necesitan. Es un mercado.
¿Cuántas personas puede haber en esos campos?
Hay miles. Se les puede llamar campos de concentración, porque se les concentra allí en condiciones espantosas. Europa recibe el 3 o 4 por ciento de los flujos migratorios del mundo. Los más importantes se desarrollan en África. Estamos en una increíble situación de inhumanidad. La UE ahora está en crisis y considera que no necesita trabajadores. Pero al mismo tiempo sabemos que hay necesidades demográficas muy fuertes. Es un tema muy complejo. La UE no existe como Unión, son países, y cada uno tiene su proyecto de desarrollo demográfico que tiene que ver con su propia identidad. En España, a la hora de decidir, prefieren latinoamericanos que marroquíes. En Alemania, prefieren gente de los países del Este que turcos. Alemania es el país que va a sufrir más el decrecimiento demográfico. Necesita unos 20 millones de personas para seguir al mismo nivel. En 2030, la población de Francia va a superar la de Alemania (80 frente a 70, aproximadamente). Ellos están haciendo ahora una política de reagrupación familiar para desarrollar la población blanca. La decisión que se ha tomado en el Parlamento europeo, la “circular de la vergüenza”, supone que se puede admitir la inmigración de los países del Este, pero no de América Latina y África. No se dice, pero es racista.
¿Hoy hay más racismo propiamente dicho o xenofobia por razones económicas?
Los dos elementos se mezclan. Uno provoca el otro y viceversa. La causa se transforma en efecto y el efecto en causa.
¿Qué piensa cuando ve que los gobiernos occidentales usan un discurso para alentar el miedo, propio de estados terroristas?
El miedo es un vector político, un arma política. En el sistema liberal es un elemento clave, porque favorece la competencia de los seres humanos y al mismo tiempo crea una sociedad de riesgo permanente en la que cada uno debe dar más de sí para seguir disfrutando de lo que tiene. Es todo lo contrario de una sociedad del bienestar, en la que el miedo no existe.
¿Cómo ha podido influir Canarias en la política exterior de España cara a África?
Canarias puede tener un papel muy positivo, porque puede ser la punta de lanza de la UE. Es una región no periférica –no me gusta esa palabra-, sino central, porque puede ver la dimensión africana de la política europea y una base de lanzamiento de grandes políticas económicas hacia África y también América. Si fuera español abogaría por una financiación extraordinaria de las islas -también Baleares- para los países del Magreb. Es lo que hacen los alemanes con sus islas respecto a los países del norte. No entiendo por qué aquí no se está haciendo, probablemente porque toda España ha apostado estos últimos cuarenta años por un desarrollo estrictamente turístico. Unas empresas fuertes aquí podrían permitir una auténtica autonomía del país. Ahora lo veo muy difícil por la situación de crisis, de la que no sé cómo saldrá España. Probablemente lo va a pagar muy caro en los próximos años, a no ser que las élites españolas se den cuenta de que han elegido unas vías falsas: la integración en un euro fuerte no es posible para los países que no tienen el mismo desarrollo económico de Alemania. La solución sería una unión de estos países –Irlanda, Grecia, España, Italia, Francia- frente al bloque de los países del norte para decir basta y que necesitamos un euro bajo que nos permita competir a nivel internacional, no este euro, que es el marco y solo favorece a Alemania. Eso significaría una toma de conciencia de las élites políticas. En Europa, tanto las de derecha como las de izquierda, sobre todo estas, son muy débiles. No tienen una concepción alternativa a la globalización liberal. Ahora los que la tienen son los movimientos ciudadanos, los jóvenes, que dicen “basta, no quiero vivir como una mercancía y sin un empleo estable durante toda mi vida”. Es un sistema indigno.
¿Considera que hay diferentes derechos humanos, como se puede intuir al existir una Carta de Derechos distinta en África, o que son universales?
No creo en eso. Creo en derechos humanos universales basados en la libertad de los ciudadanos, la igualdad de los seres humanos y la solidaridad. El resto es para favorecer la dominación de unos sobre otros. Una sociedad se mide en función del respeto a esos tres principios. Soy un republicano en el sentido profundo de la palabra. Creo que la libertad es imprescindible para la existencia de la autonomía del individuo. Creo que la igualdad entre géneros, razas y culturas debe ser total, porque no se puede medir cuantitativamente una cultura frente a otra y no hay una diferencia cuantitativa entre hombres y mujeres. La igualdad se mide por el grado de desarrollo de las mujeres en la sociedad. Si la mujer es dominada es una sociedad no libre, no igual y no solidaria. El resto es un sistema de dominación, sea religioso o en nombre de la tradición cultural. Si lo aceptan es su problema. No voy a hacer la guerra para imponer mi propia visión allí, pero haré la guerra aquí para que estos tres conceptos sean los organizadores del vínculo social.
Pero es increíble que en estas sociedades libres, en estas democracias donde supuestamente se cumplen estos derechos, permitan ciertas dictaduras dentro, en las que los inmigrantes viven en condiciones infrahumanas y fuera de la legalidad.
Por supuesto. La democracia en sí no es un sistema, es un método que dice que cada uno tiene el derecho de hacer prevalecer su punto de vista a través de la argumentación y no de las armas. Pero en sí no es un sistema. El sistema es la república o la monarquía. La república establece que hay un espacio público donde todos tenemos los mismos derechos. Puedes tener una monarquía con un método democrático, pero eso no garantiza la igualdad de la gente. Estamos en un mundo complejo y es muy difícil hacer prevalecer esa idea de igualdad de derechos y oportunidades, porque el sistema está basado en la competencia de unos contra otros, en el “bellum omnium contra omnes”, la guerra de todos contra todos.
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